Usos sociales del audio, más allá del podcasting

Usos sociales del audio, más allá del podcasting

En sus comienzos, allá por 2001/02, los podcasts tenían una función que podríamos resumir como “audio blogging”. Esto es, ofrecían una versión de las publicaciones con una estructura de realización muy simple y bastante informal. Luego de un período de estancamiento bastante largo entre 2009 a 2015, los podcasts comenzaron a ganar espacio como realizaciones más elaboradas, que usaban herramientas sonoras tradicionales de la radio.

Ese paso hacia la realización del tipo radio permitió construir un producto más sofisticado y que puede apuntar a grandes audiencias, pero lentamente sacó al podcast del abanico de opciones para crear productos de audio con estructuras simples y rápidas de realizar. Un podcast, incluso uno sencillo en Anchor, implica trabajar intros, separadores, estructura y más. Las soluciones que aparecen son los canales de audio y las aplicaciones de audios breves.

Clubhouse
Clubhouse

Los canales de audio como los de Clubhouse, Twitter Spaces o Spotify Greenroom están pensados como espacios públicos de conversación. Son sincrónicos; hay que entrar a ellos y conversar en vivo. Cuando se cierran simplemente no dejan nigún producto detrás. Por ahora sus posibilidades son bastante básicas: canales con moderación, donde quien maneja el espacio puede ceder la palabra. No hay muchas más posibilidades más allá de eso, aunque Clubhouse sumó un chat -algo necesario para coordinar los canales, y que los servicios de videconferencia siempre incluyeron- y Spotify Greenroom permite exportar el audio para crear podcasts -aunque lo envían luego de cerrar la conversación por correo electrónico.

Las aplicaciones de audios cortos por ahora son más que nada proyectos, como los casos de Beams o Quest, o Soundbites, el servicio que lanzará pronto Facebook. La idea es ampliar los usos del audio hacia lo no sincrónico. Esto es, poder crear audios participativos donde los usuarios puedan colaborar en historias y temas. Ya habíamos visto algunos emprendimientos similares meses atrás, como el caso de Capuccino. El gran problema de estos servicios es como lograr tener suficientes usuarios como para generar mucho material interesante. Pero ofrecen un ambiente más controlado de expresión, en donde se puedan crear contenidos sin tanto temor a la irrupción de trolls y usuarios molestos. También pueden constituirse en espacios de experimentación, que no requieran tantos conocimientos como los podcasts o que se concentren tanto en la conversación en vivo como los canales de audio.

En todo caso, los intentos de crear redes sociales basadas en audio ya lleva un buen tiempo, sin demasiados resultados exitosos. Incluso lo intentó en su momento Anchor. Antes de ser un espacio de producción de podcasts buscó ser una red social de audios efímeros, a la manera de Snapchat y las Historias. El modelo no funcionó, y los podcasts terminaron siendo la clave para que luego los comprara Spotify.

La foto de entrada es de Kelly Sikkema

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