Calles de Parque Chacabuco

(viene de Fotos y movilidad: la conectividad e intercambio antes que la calidad)

Cuando los blogs comenzaron a popularizarse a partir de 2003, una de las críticas más usuales que llegaban se basaba en su supuesta “mala calidad”. Según ciertos críticos, los blogs eran un repositorio de textos pobres, escritos “por cualquiera” y sin mayor valor informativo o literario. Este tipo de crítica se repitió a partir de 2007 con Twitter, y en 2011 con Instagram. El foco era puesto en un supuesto canon de calidad, que en algunos casos era llevado a escalas bastante ridículas. Por ejemplo, decir que “Instagram va a matar la fotografía”, cuando es bastante obvio que la enorme mayoría de las fotos tomadas hoy en día responden a la tradición fotográfica naturalista.

Lo que ciertos críticos pasaron por alto es que la potencialidad de las herramientas de publicación como blogs, Twitter e Instagram se basan en la capacidad de construir comunidades y dar a conocer contenidos a una audiencia determinada. Un tipo de contactos que se articulaba con las muchas posibilidades de construcción colaborativa del conocimiento por parte de las plataformas de publicación en Internet.

Instagram, por ejemplo, es una interesante plataforma a partir de sus interesantes capacidades de construir una comunidad alrededor de las fotos que tomamos en celulares. Y que usa una desventaja -la calidad más bien pobre o con poca profundidad de las fotos tomadas con teléfonos- para transformarla en un punto a favor -utilizar su conectividad y combinar las imágenes con filtros fáciles de usar. No deja de ser interesante ver como muchos usuarios pasan a “jugar” con las imágenes, usar distintos tipos de filtros y aplicaciones, simular imágenes vintage y muchas otras cosas. Tampoco es raro que los críticos de Instagram pasen por alto este costado lúdico, en tanto están muchas veces interesados en defender sus propias posiciones profesionales -como pasaba con los periodistas que criticaban los blogs y los bloggers que criticaban a Twitter, por ejemplo.

Como ya manifesté en Instagram, y los costos de no imitar a Twitter, desde ya hay críticas para hacer contra esta red de publicación de fotos: es demasiado cerrada, no habilita clientes de terceros (como siempre dejó hacer Twitter) y no tiene buenos mecanismos para descubrir imágenes interesantes y valiosas. Pero nada de eso habilita para las críticas de siempre: criticar a las nuevas plataformas desde supuestos cánones de calidad de las plataformas anteriores de publicación.

El éxito de Instagram, como el caso del MP3 que citaba en la parte 1 de esta entrada, sirve para complejizar la idea de que toda novedad debe implicar un “progreso técnico” frente a formatos anteriores. Los usuarios prefirieron el sonido de peor calidad del MP3 por sus ventajas de portabilidad y almacenamiento. Y los usuarios prefieren ciertas plataformas de publicación de Internet por razones que tienen que ver con la construcción de comunidades, difusión y posibilidades de conversación. El tema, en todo caso, son las prácticas de los usuarios y los sentidos que construyen sobre los dispositivos tecnológicos, y no tanto los cánones de calidad o las potencialidades técnicas de los formatos y estándares.

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