Algún tiempo atrás, Gary Arndt hizo un resumen de algunas de las cosas que había aprendido tras tres años de viaje. Me interesa en particular una de ellas: que la gente está orgullosa del lugar donde nació o donde eligió vivir. Al menos, mayormente orgullosa.
Es un tema interesante para quienes escribimos de viajes. Por lo general, siempre asumimos que quienes nos van a leer son los turistas y nunca los locales. Y cuando éstos últimos lo hacen, no siempre reaccionan con buen humor frente a las descripciones del lugar donde viven o nacieron. No hay, en todo caso, necesidad de dejar de ser sincero frente a las impresiones que uno tiene de una ciudad o país, pero no viene mal tener un poco de juicio crítico sobre lo que escribimos.
En primer lugar, evitar las generalizaciones sobre colectivos nacionales o regionales. Es bastante común encontrar en textos de viajes que se habla de “latinoamericanos”, “europeos” u otras generalizaciones similares, y a partir de una serie de supuestos de sentido común y algunos hechos puntuales, se hacen teorizaciones muy discutibles. Lo primero que deberíamos evitar es el uso de ese tipo de colectivos en plan “homogeneizador” y negador de las diferencias, ya que generalmente se usan para confirmar prejuicios y creencias previas del escritor.
Dos, tener en cuenta que estamos de paso, y que nuestro conocimiento del lugar que visitamos es bastante limitado. Claro, siempre podemos hacer investigación previa, pero en muchos textos de viajes se evidencia un escaso conocimiento del lugar. Incluso se pueden encontrar textos donde se habla sobre las características de un país, aunque el turista / escritor jamás salió de la burbuja de tours y taxis pedidos por teléfono.
Tres, evitar las generalizaciones a partir de incidentes o temas aislados. Por ejemplo, hacer afirmaciones sobre las características de una nación a partir de un hecho puntual, como un mal viaje en una aerolínea o problemas con los taxistas. Lo importante es reunir más datos, y no dejarse llevar por impresiones aisladas.
Cuarto, aprender a editar. Queda un poco mal arrancar con una entrada negativa sobre un lugar -y lo digo por experiencia propia. Nadie dice que no publiquemos esas experiencias negativas, pero podemos aprender a escribir textos más balanceados y justos, donde aparezcan los hechos negativos y positivos. Al fin y al cabo, rara vez un viaje tiene únicamente aspectos positivos o negativos únicamente. Siempre (o casi siempre) es una combinación de los dos. Ser crítico no implica ser arbitrario.
Aún así, no podemos dejar de reconocer que escritores de viajes, turistas y locales no pueden coincidir con su lectura de la ciudad o país. Lo viven, a partir de sus prácticas, de manera diferente. Pero eso no impide que puedan charlar sobre esas diferentes lecturas.
¿Se les ocurre alguna precaución más a la hora de lidiar con el orgullo de nativos y residentes? Como siempre, pueden dejar sus comentarios debajo.
Deja una respuesta