Aeropuertos y viajeros, o las consecuencias de la economía de la atención

Bajo el sol

Primero, la cita:

“Nuestro recuerdo de estas construcciones (aeropuertos y estaciones de tren) de la auténtica función de esas construcciones casi se ha desvanecido. La clásica estación, que en otro tiempo era el templo del viaje con una majestuosa arquitectura, se ha convertido -en todos partes- en una catedral de las ventas. Aquí y allá se mantiene la fachada, pero en el interior vemos siempre la misma imagen: tiendas, establecimientos de comida rápida, cafés, tiendas de revistas, perfumerías, joyerías y comercios de todo tipo, pero que en cualquier caso poco tienen que ver con el viaje (…) Las nuevas construcciones y sobre todo las reconstrucciones de los últimos 20 años (de aeropuertos y otras terminales de transporte) se han llevado a cabo bajo la dictadura de la economía de la atención. La hipótesis fundamental que subyace bajo todas esas configuraciones se interpreta con facilidad: el viajero pasa en esas instalaciones mucho tiempo a la espera, que cabe aprovechar económicamente. Sus gestores roban a los viajeros el tiempo y se lo revenden a los concesionarios de las tiendas en forma de altos alquileres”.

La cita de Max Otte marca una serie de temas interesantes. La mirada del autor es, claramente, muy negativa hacia lo que él entiende como una comercialización excesiva de los espacios públicos ligados al viaje. Y más de uno dirá: ¿qué tiene de malo? Si el aeropuerto y sus gestores tienen mejores ingresos, podrán mantenerlo en mejor forma, ampliarlo, modernizarlo y otras cosas.

Pero no hay que ser muy perspicaz para caer en que esta comercialización extrema de los aeropuertos, por ejemplo, tiene sus desventajas para los viajeros. Primero, porque muchos recorridos en los aeropuertos son modificados para que los viajeros deban atravesar todas las tiendas y comercios posibles -algo que se puede apreciar con mucha facilidad en aquellos que han sido construidos o reconstruidos en la última década. Dicho rápidamente, te hacen caminar de manera innecesaria sólo porque eso favorece el modelo de negocios. Dos, los altos alquileres y la “economía del atención” que se da por descontada termina en precios muy altos en muchos comercios y en más gasto por parte de los viajeros. No es igual en todos lados, claro, pero hay aeropuertos donde los valores de la comida, por ejemplo, son muy superiores a las generales del país -Ezeiza, en Buenos Aires, llega a tener valores llamativamente superiores a lo que se cobra fuera del aeropuerto.

Algo para marcar al final: me llama la atención que esta manifiesta comercialización de los espacios en aeropuertos no sea seguida con más atención por las aerolíneas. Al fin y al cabo, son sus vuelos los que hacen posible este negocio. ¿Cuánto faltará para que pidan su parte del negocio, o rebaja en los costos de operaciones en los aeropuertos? ¿O ya lo estarán haciendo?

Referencia bibliográfica

Otte, Max (2010) “Manipulación emocional de la razón económica” en El Crash de la Información. Los mecanismos de la desinformación cotidiana. Barcelona, Ariel.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba
Mastodon