Para los que gustan abusar de la metáfora que iguala todo asunción de riesgos en la vida cotidiana con el de “emprender un viaje”, les recomiendo leer el fragmento que sigue.

“Si bien todo riesgo que se asume es un viaje a lo desconocido, el viajero por lo general tiene en mente algún destino. Ulises quería encontrar el camino a casa; Julien Sorel quería encontrar el camino a las clases superiores. La cultura moderna del riesgo se caracteriza porque no moverse es sinónimo de fracaso, y la estabilidad parece casi una muerte en vida. Por lo tanto, el destino importa menos que el acto de partir. Inmensas fuerzas económicas y sociales dan forma a la insistencia de marcharse; el desorden de las instituciones, el sistema de producción flexible, realidades materiales que se hacen a la mar. Quedarse quieto equivale a quedarse fuera de juego. Por lo tanto, la decisión misma de marcharse se parece ya a llegar a algún sitio; lo que importa es que uno ha decidido partir”.

Tomado de La Corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, de Richard Sennet. Barcelona, Anagrama, 2000, páginas 90 y 91.

Adoquines (por Jorge Gobbi)

Supongo que más adelante valdría la pena retomar la problemática del nomadismo, como para tener un poco de presencia de nuevo del análisis de la temática desde las ciencias sociales.

Un comentario en «Los limites de la metafora»

  1. Me parece que una frase que tiene mucho que ver con los viajes y con los caminos que uno toma en la vida es: Todos los vientos son buenos para el que sabe a donde va. Es una metáfora que se aplica a las dos circunstancias.

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