Hace bastante tiempo que no publicaba colaboraciones en este blog. Pero ha llegado la hora de retomar esa costumbre. Y como no hay mucho de Uruguay en este sitio -sólo cosas de Montevideo, y ya tienen un par de años- Loys (o Jorge Lebrón) se ocupa de completar un poco ese faltante. En este caso, el texto está centrado en la ruta de la costa en Uruguay. Loyds es escritor y periodista, y en los últimos años vivió entre Buenos Aires y Madrid, donde creó y dirigió la sección cultural de un periódico latino. Estudió periodismo de viajes con profesionales especializados en periodismo.net. Entre 2005 y 2008 volcó sus crónicas de viaje por Argentina, Latinoamérica y Europa en su ex blog personal Superloyds, que no se actualiza desde hace tiempo. Actualmente estudia Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y escribe en distintos medios sobre gastronomía, deportes, vinos y bodegas, personajes del buen vivir y moda masculina. El año pasado colaboró con La Guía del Ocio en Buenos Aires y próximamente lanzará su propio sitio de cultura y turismo en Buenos Aires.
Los dejo con el texto, y pronto habrá una segunda parte.
Uruguay, por la ruta 10 (parte 1)
Juan Díaz de Solís, primer navegante español en arribar al Río de la Plata, tuvo un trágico final a manos (y bocas, ya que fue literalmente deglutido) de los indios guaraníes en la costa uruguaya. No sabemos si justifica su viaje, pero lo que es seguro es que recorrer la ruta 10, que hoy lleva su nombre, es un verdadero placer sensorial, sobre todo en su última parte ubicada en el departamento de Rocha.
El primer tramo transcurre entre el balneario Solís y Piriápolis, a partir de donde pierde continuidad y esplendor hasta llegar al gaudiano puente de La Barra de Maldonado, su punto turístico más álgido y densamente poblado. Rodeada de negocios, restaurantes y barrios cerrados que se extienden sin solución de continuidad hasta la exclusiva José Ignacio, el camino empieza a mutar luego hacia paisajes mucho más agrestes y alejados de la superexposición de Punta del Este. De hecho, al toparse con la laguna Garzón, ya en el departamento de Rocha, la única alternativa es cruzar en balsa, aunque también se la puede rodear haciendo un tramo por la ruta 9.
Justo después de la laguna se encuentra La Paloma, un moderno balneario plagado de casas de veraneo y con un pequeño centro con todo tipo de comercios. La mejor propuesta es seguir avanzando hasta recalar en La Pedrera, un verdadero paraíso de algunas pocas cuadras, situado en la cima de un acantilado cuyo mirador ofrece una vista que, en los días más claros, permite avistar hasta el faro de La Paloma. El casco viejo, en la parte más alta, data de más de 100 años (su plano original es de 1897). De un lado, la playa del barco, así llamada por los restos de un barco hundido (el Cathay 8, un atunero chino naufragado en 1977) que pueden verse desde la costa. Del otro se encuentra el desplayado, con un mar más abierto pero de menor oleaje, lugar ideal para los amantes del surf. Pero cada uno de sus espacios es especial, simplemente para caminar, leer un buen libro junto al mar o comer mariscos, porque todo en La Pedrera transmite paz y tranquilidad.
Y en caso de no viajar en auto, los precios de los ómnibus están al alcance de todos. Para llegar de Colonia a La Pedrera (ida sólo), por ejemplo, la empresa COT tiene una tarifa de aproximadamente 17 dólares.
Para dormir, una de las opciones más recomendables es la Posada del Barco, abierta todo el año, de ambiente familiar y con precios accesibles: la habitación doble, que incluye baño privado, televisión por cable y hasta una suerte de balconcito, cuesta unos 50 dólares (y un poco menos también, si uno está dispuesto a regatear), e incluye un desayuno servido en la galería, con una vista al mar que no tiene desperdicio. Situada en una antigua casa, aunque restaurada hace pocos años por su dueña Silvina Carvalho, la posada es atendida por sus propios dueños y cuenta además con internet, un restaurante especializado en frutos de mar y una nutrida biblioteca. En semana santa, se convierte en la sede del festival de jazz “entre amigos”, que convoca a importantes músicos latinoamericanos del género.
Para aquellos que estén dulces hay otra opción: a la entrada de La Pedrera se encuentra la estancia turística Los Baguales, que cuenta con 400 hectáreas y un casco antiguo a cuyo alrededor ofrece 6 casitas con cuarto, baño y kitchenette. En temporada, sobre todo, organizan paseos, cabalgatas y jineteadas. Otra variante más económica es alquilar directamente una cabaña en los pueblos vecinos, como Antoniópolis, Arachania o Punta Rubia, donde pueden encontrarse además playas más solitarias. Y para los bolsillos más flacos está el PP, un camping que ofrece parcelas con carpa incluida si uno no tiene.
A la hora de almorzar o picar algo, Fulano es una buena opción. Mirando a la playa del barco, sobre un deck de madera y sentado en cómodos sillones, uno puede degustar una buena porción de rabas o mejillones. Si bien sus precios no son de lo más económicos y la atención bastante descontracturada (por no decir colgada), teniendo en cuenta la vista, la comida y los pocos lugares abiertos fuera de temporada, bien vale la pena. Dicen que en temporada, los camarones que sirve el Costa Brava, sobre la rambla y mirando el mar, son maravillosos (si alguien estuvo ahí puede contarlo, como siempre, en los comentarios).
Por la noche, sobre la principal, está Don Rómulo, un restaurante estilo italiano cuyas pastas son inmejorables. Abierto todos los fines de semana de temporada baja, su ambientación es perfecta para una cena romántica: de sus paredes cuelgan siempre los cuadros de alguna exposición y, cuando hace frío, el hogar crepita a metros de los comensales. La atención y la cocina son excelentes todo el año y los precios muy razonables. El plato que hay que probar: los raviolones de jabalí con salsa de butia (fruta agridulce que crece en las palmeras de Rocha). Para después de comer, a pocos metros sobre la misma calle, los helados de Popi (pidan el dulce de leche granizado) son parada obligada.
Por supuesto que hay opciones mucho más económicas, como cocinar en casa si uno alquila una cabaña o frente al fuego si la opción es el camping. En este caso, hay un supermercado, sobre la principal, donde uno puede proveerse de todo lo necesario.
¿Y más arriba? A unos pocos kilómetros subiendo hacia la frontera brasileña, se encuentra la puerta de ingreso al Cabo Polonio. Y después Valizas, Aguas Dulces y Punta del Diablo, todos lugares para ver y disfrutar. Así que, a seguir andando por la ruta 10.
La imagen de Punta del Este que abre la entrada fue tomada por ilkerender y publicada en Flickr bajo licencia Creative Commons Attribution.
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