Turistas, restaurantes e informacion privilegiada

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Locro
En la teoría económica, se suele escribir mucho sobre el problema de la información privilegiada. La idea central: cuando se comercia con un producto, y una de las partes tiene información que la otra desconoce, la economía de mercado simplemente funciona de pésima manera. La razón: es imposible fijar un precio justo, o “producto de la competencia”, o de la ley de la oferta y la demanda. En El economista encubierto, Tim Hartford pone el ejemplo de los restaurantes en las zonas turísticas como una forma de dar cuenta de como la información privilegiada hace subir los precios y empeora la calidad del producto. La cita es larga, pero vale la pena, para ver como se puede modelizar el tema de la asimetría de la información:

La información privilegiada también supone que no puedas conseguir un plato de comida decente en los centros de atracción turística como Leicester Square, en Londres; Times Square, en Manhattan; o el barrio Plaka de Atenas. Salvo escasas excepciones, el turista pagará mucho dinero por una cocina mediocre. Los turistas están dispuestos a pagar precios elevados porque no tienen ni idea de dónde podrían encontrar mejores alternativas, incluso a pocas calles de allí. No obstante, el fenómeno de la atracción turística no tiene que ver sólo con altos precios. Si así fuera, veríamos una amplia gama de restaurantes, encantadores pequeños “bistrós”, o locales pequeños y baratos donde se sirven hamburguesas y pastas -así pues, todos los tipos de comida, desde la espléndida hasta la desastrosa- cobrando, todos ellos, un recargo. En cambio, nos encontramos frente a un mercado truncado: los lugares de alta calidad -ya consista la buena comida en pollo frito o un refinado plato- simplemente no se encuentran. Y la razón es bastante sencilla: los turistas visitarán ese lugar sólo una vez y les será difícil distinguir la comida sensacional de la mala. Todos los buenos restaurantes están ubicados donde tienen más posibilidades de ser apreciados por los lugareños, que están mejor informados”.

Para decirlo rápido, los restaurantes en los lugares turísticos tienen pocos incentivos para brindar comida de calidad o económica. Los turistas suelen carecer de la información necesaria para elegir algunos sitios más distantes de los enclaves turísticos, y optan por pagar más por peor comida sólo porque estos lugares están bien ubicados. Y como no volverán, ni siquiera funcionará el famoso boca a boca.

Frente a ello, ¿qué podemos hacer como turistas en las ciudades que visitamos? Se me ocurren algunas sugerencias rápidas; si tienen más ideas, pueden compartirlas en los comentarios.

1) No comer en las zonas más turistificadas. Planificar esas visitas para horarios que no coincidan con el almuerzo o la cena.
2) Alejarse un par de cuadras de los enclaves turísticos. Esa simple medida les permitirá conocer lugares que ni aparecen en las guías, y que son visitados por personas del lugar. La comida suele ser mejor y más económica, y por lo general incluso tiene más que ver con la tradición culinaria del lugar que visitamos.
3) Almorzar bien en zonas con muchas oficinas o empresas. La razón es simple: quienes deben almorzar todos los días fuera de casa por razones laborales suelen ser muy sensibles a los precios. Por ello, a la hora del almuerzo no es difícil conseguir un menú ejecutivo o platos a precios reducidos. A la cena eso no suele pasar.
4) Chequear la clientela del lugar. Si hay muchos habitantes locales, hay muchas más probabilidades de que la comida se encuentre a precios razonables para la ciudad que visitamos. Si, en cambio, está lleno de turistas, preparen la billetera.

¿Alguna idea más? Pueden dejarla en los comentarios.

La cita pertenece a El Economista Encubierto. La economía de las pequeñas cosas, de Tim Hartford, Buenos Aires, Planeta, 2007, páginas 142 y 143.

La foto del locro que abre esta entrada está tomada en Purmamarca, Jujuy, Argentina, en un lugar llamado “Sabor a Tierra”. La comida no estaba mal, pero al locro le faltaba fuerza, y las empanadas al horno eran un poco chicas. Pero los precios estaban bien.

3 comentarios en «Turistas, restaurantes e informacion privilegiada»

  1. Con el uso de las herraminats de la web 2.0, la asimetria de la informacion debería de disminuir en tanto se puede informar previamente al viaje (o durante) de servicios segun la opinion de otros turistas y/o residentes…

    Y digo debería porque aunque la Web 2.0 de modo teorico podria eliminar esa limitacion, si los sistemas de retroalimentación no están diseñados de cierta manera (autoridades, personalizacion de las opiniones,…), aunque parezca que se elimina esa asimentria, ésta se mantiene (incluso podria ser mayor al estar “oculta”)

    Saludos,

  2. Ese locro me hace acordar a uno totalmente insulso que me sirvieron en Tafi del Valle, en uno de los restaurants mas concurridos, a $7.

    Dias despues, en Colalao del Valle, en el comedor de doña Rogelia, al lado de la ruta en la entrada al pueblo desde Amaicha, un locro espectacular nos lo quiso cobrar $ 2,50. Claro que le deje unos cuantos pesos de más.

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