La maldicion de Internet

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Durante la charla del sábado, se acercaron Ana y Verónica, dos egresadas de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Austral, que están trabajando en un proyecto de armado de una guía turística sobre Buenos Aires, orientada al mercado alemán. Y parte de las preguntas giraban sobre un tema muy habitual ya en los emprendimientos editoriales: ¿cómo hago para competir con Internet, si allí cada vez es más fácil encontrar datos sobre viajes y destinos?

Considerar a Internet como una amenaza es algo muy habitual en el mundo editorial. Es como si la percepción fuera “teníamos un gran modelo de negocios, pero ahí está Internet para molestar y arruinarlo todo”. Pero ver a la Red como un enemigo es un error. Más bien, lo que hay que lograr es que Internet sea un aliado a la hora de obtener mejor información. Por ejemplo, al permitirnos tener un contacto más sencillo con nuestros lectores, en el caso de una guía de viajes. ¿Para qué? Por ejemplo, para actualizar datos, precios, lugares. Pensar hoy en un modelo de creación de contenidos completamente llevado a cabo por especialistas pagos no tiene mayor sentido, en tanto buena parte de estas funciones pueden ser llevadas a cabo de mejor manera si sabemos crear una comunidad alrededor de nuestro producto. La idea no es simplemente “bajar los costos”, sino dedicar los siempre exiguos presupuestos destinados a crear un producto sobre viajes a encontrar mejores formas de presentar la información. O sea: no dedicarse simplemente a recolectar datos. Eso no tiene mayor valor agregado, porque allí no podemos competir con Internet.

Como he expresado en otras ocasiones, creo que las guías de viaje siguen disfrutando de excelentes oportunidades en este mercado, incluso cuando la presencia de Internet sea para algunos una amenaza. Parte de esas oportunidades se dan gracias a un punto central: las guías son capaces de formalizar la información y presentarla de manera ordenada; para hacer lo mismo con Internet, tendríamos que dedicar una buena cantidad de tiempo, y finalmente lo que tendríamos es una pila de hojas impresas, que no suelen ser muy cómodas.

Esa tendencia a formalizar de manera más adecuada la información es algo que distingue a las guías Lonely Planet, por ejemplo. Las ediciones recientes están dándole mucho énfasis al tema de los recorridos. Por ejemplo, hacen cuadros donde aconsejan que conocer de cierta ciudad de acuerdo a la cantidad de días que tengamos disponibles. De esa manera, ayudan al turista a organizar de mejor manera el tiempo, que es un bien siempre escaso cuando uno viaja.

El otro punto interesante es que las guías deben profundizar la tendencia que Internet está terminando de instalar: no se trata de tener un discurso didáctico que va de “especilista a alumno”; más bien, hay que tener una relación entre iguales. O sea, de viajero a viajero. Lo importante ya no es enseñar al otro que debe ver; es darle las herramientas para que pueda vivir su propia experiencia de viajes. Porque el viaje no deja de ser eso: una experiencia.

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