No todos somos turistas II

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La posmoderna (…) es una sociedad estratificada (…) La escala que ocupan “los de arriba” y “los de abajo” en la sociedad de consumo es la del grado de movilidad (…) La combinación actual de la anulación de visas de ingreso y el refuerzo de los controles de la inmigración tienen un profundo significado simbólico; podría considerarse la metáfora de la nueva estratificación emergente (…) El “acceso a la movilidad global” se ha convertido en el más elevado de todos los factores de estratificación (…) Algunos gozamos de la libertad de movimientos sans papiers. A otros no se les permite quedarse en un lugar por la misma razón.

Zygmunt Bauman, “Turistas y vagabundos”, en La globalización. Consecuencias humanas. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1999.

Un par de artículos atrás, hablaba de que no todos somos turistas por el sólo hecho de querer serlo. En muchos países del mundo, la sóla posesión de una nacionalidad no vinculada con un país desarrollada te hace sospechoso de ser un potencial inmigrante ilegal. Para ampliar la idea, retomo algunos de los conceptos que usa Zygmunt Bauman en el libro del cual extracté la cita que abre esta entrada.

Bauman plantea entender a la movilidad como el gran factor de diferenciación en la sociedad posfordista, y para eso toma dos figuras: el “turista” y el “vagabundo”. El primero es aquel que puede moverse libremente por donde quiera, en tanto su nacionalidad y sus ingresos lo permiten; en muchos casos, son los famosos viajeros de negocios que andan de acá para allá. Los vagabundos son aquellos que deben moverse de un lugar a otro porque están obligados a hacerlo para poder sobrevivir, como pasa con los millones de inmigrantes y refugiados que hay en el mundo. Y mientras a los turistas se los recibe en todos lados con los brazos abiertos, a los vagabundos se los echa apenas se los detecta.

Desde ya, esto es parte de las injusticias de un “sistema global” y de un mundo que, como dice Bauman, está hecho para los “turistas” y su placer. Pero por detrás hay varios puntos interesantes para analizar. Por ejemplo, el de la idea de límite. Para los turistas el límite es el tiempo, que les imposibilita hacer todo lo que quieran. Para el vagabundo, el límite es el espacio. Tiempo tiene de sobra, pero cada vez le ponen más muros para ingresar a otros lugares. Y esos muros no son sólo las fronteras nacionales; al interior de las ciudades, cada vez hay más murallas que impiden pasar de un sector a otro.

Si la movilidad es el gran factor de diferenciación de la sociedad actual, es porque mientras a algunos se los alienta a moverse por placer, a otros se les obliga a mudar de lugar por supervivencia. Unos podrían hacer del mundo su hogar; otros sólo pueden pedir que no los detecten. Los vagabundos, claro, pueden soñar con ser turistas -y seguramente lo sueñan. Pero con el paso de los años, una brecha cada vez más grande se abre entre los “globalmente móviles” y los expulsados de las posibilidades de moverse legalmente.

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