Los periodistas de los medios de comunicación, en especial los de gráfica, suelen dar por sentado que escriben para un tipo de público en particular, y que pueden dar por hecho un cierto tipo de acuerdo con ellos. En tanto para acceder a diarios y revistas hay que pagar por el ejemplar, el sentido común dice que el lector ya tiene un cierto grado de acuerdo con el medio, y con su línea editorial. En las Ciencias de la Comunicación se suele llamar a esto “contrato de lectura”, a partir de los planteos del semiólogo Eliseo Verón. Ese “lector modelo”, por cierto, puede coincidir con el famoso “target” del marketing, pero no esto no es necesario; más bien, la importancia del contrato de lectura se funda en la necesidad de los periodistas de dar por sentado ciertas características de los lectores, y establecer un lazo con ellos.

Ahora bien: ¿qué pasa en la Red con los blogs? A diferencia de muchos medios de comunicación, el acceso a este tipo de soporte es mucho más diverso. Incluso cuando escribimos con un cierto tipo de lector en mente, nos pueden visitar usuarios con los cuales tenemos opiniones radicalmente diferentes, o que desconocen algunos informaciones básicas desde las cuales partimos. Y muchas veces solemos adaptar nuestra escritura para dirigirnos no sólo a nuestra idea de lector sino también para evitar problemas. Usamos lo que podríamos llamar “el contrato de la peor lectura”. Para parafrasear a Isaac Joseph y su texto sobre la teoría microsociológica de Erving Goffman, asumimos que “siempre hay una interpretación de tus textos peor que la que podrías imaginar”. Incluso cuando creemos que hemos escrito de una manera lo suficientemente reflexiva como para cubrir las críticas más usuales, habrá quienes entiendan nuestros escritos de formas que no imaginábamos.

Y el texto publicado en un blog, sometido al escrutinio público de cualquiera que ingrese a él desde cualquier punto de Internet, pasa a regirse por las mismas reglas que usamos en la vida cotidiana cuando nos enfrentamos con desconocidos: “ojo con lo que decimos, primero es mejor saber frente a quienes nos encontramos”. Con el tiempo, aprendemos que ciertas temáticas son difíciles de tratar; que si criticamos un disco o un libro, por más analítica que sea la lectura, siempre habrá quien se ofenda. Que habrá gente que se enoje porque digamos nuestra sincera opinión sobre un destino turístico. Si no lo dejamos bien parado, somos injustos; si hablamos bien, nos han comprado.

En tanto los textos que publicamos en los blogs son públicos y de acceso muy amplio, las lecturas tienden a ser muy diversas, y eso es parte de lo mejor y peor de este medio. Es interesante cuando nos da acceso a opiniones y puntos de vista que enriquecen la discusión y ayudan a ampliarla. Pero también puede ser muy frustrante cuando un texto muy trabajado suele recibir como respuesta insultos -escondidos detrás de un pseudoanonimato que no es usual en entornos cara a cara-, lecturas completamente aberrantes o, simplemente, silencio.

¿Será que el famoso contrato de lectura, ese lazo con nuestros lectores, se construye con el paso de los años? Si esa expectativa es razonable, puede pensarse que a mediano plazo daremos por sentado para quienes escribimos. ¿O prevalecerá la idea de tener en mente “el contrato de peor lectura”, por el cual la diversidad de la Red nos llevará a asumir diversos tipos de lecturas cada vez que escribimos un texto para ser publicado en nuestro blog? Este punto, además, es interesante para los blogs académicos, que suelen usar una terminología muy específica, pero que al ser leídos por personas no pertenecientes al campo en el cual se inscriben, se hallan a menudo con comentarios muy particulares por parte de otros usuarios de la Red. Esa tensión entre “escribir para la academia” y “escribir para la mayor cantidad de lectores”, que por supuesto no se manifiesta en el protegido ámbito de la universidad, es parte de los problemas de los blogs más académicos, y sus estrategias para posicionarse como medios legítimos de construcción del conocimiento. Un lugar que, por ahora, en la universidad ocupan sin demasiado problemas las publicaciones como libros, papers y ponencias a congresos.

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