MatÃas Maggio RamÃrez
Instrucciones para mirar. GuÃas de viaje y representaciones acaloradas de los porteños a principios del siglo XIX.
Trabajo presentado en el seminario Comunicacion y Movilidad. Relaciones entre viajes, traslados y nuevas tecnologÃas de la información, profesor Jorge Gobbi, carrera de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, julio de 2005. . Si quieren dejar comentarios sobre este trabajo, por favor háganlo en esta anotación.
Introducción
A fines del siglo XVI en las colonias de ultramar españolas y en la segunda mitad del siglo XVII en las inglesas surge desde las metrópolis la necesidad de instaurar manuales de instrucciones para los viajeros que hacia allà se aventuraran. En siglo XVIII, el del descubrimiento del mundo por parte de la historia natural, serán usuales los manuales que ofician como instructivos para mirar, clasificar y habitar un mundo que es ajeno y exótico al viajero. La mutación, de fábula de embustes al relato “etnográficoâ€? del testigo, y la construcción del verosÃmil en el estatuto epistemológico del relato de viajes en el XVIII, asà como la construcción de la otredad serán los puntos que se indagarán en estas lÃneas.
Esbozar el eco de un pasado posible a la hora de narrar una historia del turismo que no se centre en el avance tecnológico y en las velocidades del medio de transporte sino en los cambios sociales y discursivos que habilitaron de manera remota y multicausal pensar la guÃa turÃstica como un género discursivo.
El punto de anclaje que permitirá revisar lo antedicho se encuentra en las cartas públicas que fueran dadas a la imprenta a principios del XIX y publicadas por los periódicos coloniales porteños. La importancia de la cartas de Fray Anselmo Velarde se centran en ser la causa que colma la paciencia de la gente decente y se le retiran las licencias al Telégrafo Mercantil. Por otro lado se analizaran los resultados de la tesis de investigación sobre las guÃas de turismo llevada a cabo por Cecilia Palacios junto con la guÃa Océano de Argentina. En su tesina “La mirada de los otrosâ€?, las guÃas que analiza son Insight Guides y Time Out. Por otro lado se reforzará la representación que presentan del porteño las guÃas citadas con los testimonios recolectados en la investigación “El Otro yoâ€? realizada por Natalia Delfino. Encontrar desde fines del siglo XVIII hasta la actualidad variaciones, sutiles, pero aún visibles a simple vista de la construcción del otro es la propuesta en las lÃneas que siguen.
La carta
Fray Juan Anselmo de Velarde contestó ofuscado las apreciaciones de un viajero que fueron publicadas en uno de los papeles públicos que circulaban en Buenos Aires para 1802. En el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, que era editado por Juan Hipólito Vieytes, se publicó la carta que dirigida al editor se contestaba el artÃculo que fuera publicado por Francisco Cabello y Mesa en su Telégrafo Mercantil, Rural, PolÃtico Económico e Historiográfico bajo el tÃtulo “PolÃtica. Circunstancias en que se halla la Provincia de Buenos Ayres é islas Malbinas y modo de repararseâ€?. La lectura de la escritura ajena sobre la geografÃa y las costumbres de los habitantes de Buenos Aires le provoca “naúseasâ€? a Velarde. Las crÃticas, que en la carta por extensa se publica en dos entregas del Semanario, harán diana en la arquitectura textual, pero principalmente en la construcción del verosÃmil del relato de viajes que a fines del siglo XVIII era uno de los géneros literarios que con mayor abundancia se podÃa encontrar en las bibliotecas coloniales. En el artÃculo de la discordia las observaciones del viajero anónimo, que algo más de cien años después de publicado en el Telégrafo serÃa dado a conocer por Correa Luna, Velarde leyó que “[…] todos los Europeos que vienen de España componen aquà un hato de bribones [y] que casi todas las Niñas del Pays tienen un sobrenombre, que empieza con P grandeâ€?. La mirada lÃmpida y objetiva de la ciencia positiva, el relato del testigo que con furor proclama el estar allà se da de bruces contra la respuesta del observado, del “Otroâ€? que se piensa de manera opuesta a la que es pensado y descrito. La mirada, que antecede a la descripción, es para Velarde la condición de verdad del relato. Mirada ingenua, descarnada de un sujeto social, mirada sin mediación, fotografÃa instantánea de lo real sin más. “Verdad es que no todos los viajeros han de ser Logicos, o Geometras para escribir con precisión; pero a lo menos para dar noticia de lo que han visto deben tener ojos en la cara.â€? La mirada, es suficiente para la construcción del verosÃmil.
De la fábula de embustes a la guÃa turÃstica
La guÃa de turismo Océano sobre la Argentina que se editó en castellano en el 2004 instaura a su lector dentro de una tradición de viajeros. El viaje no se inicia en la movilidad del sujeto a tierras lejanas donde es interpelado en una lengua que le es extraña sino en un gesto Ãntimo y sedentario, en la lectura de la guÃa turÃstica que reglará de manera remota, como el eco de un recuerdo, su experiencia de viaje. “El viajero –se escribe en la guÃa de marras- que visita hoy en dÃa Argentina lo hace siguiendo la estela dejada por un grupo de personajes sumamente diversos que han recorrido el paÃs en busca de sus secretos, han escalado sus montañas, han presenciado los grandes acontecimientos históricos e, inevitablemente, han comparado las costumbres y convenciones de sus habitantes, tan similares y sin embargo tan diferentes a las propiasâ€?. El viaje no comenzó en el aquà y ahora sino que continúa, al retomar historias en sepia de viajeros del siglo XVIII y XIX que sirven como punto de inicio de la travesÃa. La inclusión de los fragmentos de relatos de viajeros, en la guÃa turÃstica no sólo intenta insertar la experiencia del viaje contemporáneo dentro de una Historia sino que deja entrever el tejido que lo sostiene. Irina Podgorny y Wolfgang Schäeffner (2000: 217-227) sostienen que los instructivos, “[…] grillas o encuestas constituyen asà la manera de construir un espacio común del saber: ya en el siglo XVI desde el Consejo de Indias se habÃa promovido la descripción del Nuevo Mundo a través de instrucciones e interrogatorios y, sobre todo a partir de la década de 1570, se estableció que las relaciones de las Indias seguirÃan un cuestionario a contestar en las mismas localidades. […] En Inglaterra, las primeras de estas instrucciones, bajo la forma de encuestas que debÃan seguir los viajeros, datan de la segunda mitad del siglo XVII. En el siglo XVIII, diversas sociedades y academias europeas produjeron incontables de estas guÃas que procuraban educar la vista y los gestos del viajero-colector de una naturaleza distante y que consistÃan en procedimientos que se debÃan seguir en la recolección de plantas, animales y minerales o en el uso de instrumentosâ€?. Disciplinar la curiosidad es el gesto discursivo en que se reconocen las guÃas turÃsticas. A partir entonces de la relación entre el clima y su influencia en los habitantes se recorrerá como una constante con sus variaciones históricas cuando el relato de viaje se refiere a América Latina.
De embusteros a cientÃficos.
“…como el viajero que se aleja del pueblo, después de haber escuchado todas las historias que creyó falsas, y al pasar el cementerio se detiene un momento a leer las inscripciones en las piedras y halla esos versos que dicen nadie vuelve jamás: todo es invento/ todo viaje, viajero, va a la nada/ infierno o paraÃso son de viento/ sólo queda una risa congelada y sigue su camino, para entrar en el bosque oscuroâ€?. Il Milione. Marco Polo
El arte de embaucar a lectores y auditorios de lo más variopintos por medio de la invención de fábulas de viajes a lugares exóticos fue hasta ya entrado el 1700 una de las marcas de agua en los libros de relatos de viajes. Para Pimentel (2003:237) el status epistemológico del viajero no superaba al de los poetas, los mentirosos y los ladrones, gente acostumbrada a traficar con la realidad. La Odisea es el ejemplo clásico donde el viaje se funde con el conocimiento, con el engaño del taimado Ulises, con la representación y la persuasión. John de Mandeville, es supuesto viajero bajomedieval a Tierra Santa y Oriente daba por cierto que en las tierras del Preste Juan se hallaba la fuente de la eterna juventud. El viaje de San Brandan donde el monje benedictino decÃa haber hallado el paraÃso en una isla al norte de Europa que de tan verosÃmil su relato se terminó disputándose un territorio imaginario en el Tratado de las Tordesillas entre España y Portugal; son al menos dos ejemplos de la importancia que le fuera otorgada al relato de costas lejanas.
Anthony Knivet (1995:126), viajero inglés en el siglo XVI, entregó a la imprenta sus memorias de viaje que fueron editadas en 1591 como Las admirables aventuras y rara adversidad del Señor Anthony Knivet, que acompañó al Señor Thomas CandÃs en su segundo viaje al Mar del Sur. En ellas se encuentran similitudes con el diario de Antonio Pigafetta que comienza a escribir en 1519 cuando llega a Brasil y comenta la existencia de antropófagos, asà como su posterior encuentro con los gigantes en de Patagonia. Knivet, con la misma suerte que Pigafetta, transformado en Lombardo de apellido siendo “criado de capitán y sobresalienteâ€? a la hora de embarcarse, tuvo la fortuna de encontrarse con los antropófagos y los gigantes en el mismo destino y luego en la Patagonia:
“[…] uno de nuestros navÃos que habÃa permanecido sólo en Puerto Deseado, perdió nueve hombres y un muchacho, y dos o tres hombres de su tripulación de los que habÃan sido apresados en la costa de Brasil, dijeron que estos gigantes les arrojaban peñascos de tal tamaño con sus cuerdas, que se vieron forzados a levar anclas y anclar más lejos de la playa. Yo mismo vi a uno de estos [gigantes] en Brasil, que habÃa sido atrapado por Alonso DÃas, un español, el cual fue arrojado a San Julián por una tempestad. Este nativo era sólo un muchacho, y sin embargo sobrepasaba los trece palmos de altura […] Es esto todo lo que puedo decir de ellos, pues nada conozco de sus hábitos, pero de acuerdo a lo que afirman españoles y portugueses, no son mejores que los de los comedores de hombres (Man-eaters) del Brasil”.
Los gigantes en América serán un lugar exótico visitado de manera cÃclica no sólo en las narraciones de viajeros sino también en la historia natural dieciochesca al dedicarles el Conde de Buffon un largo y profuso apartado para explicar su existencia en relación al clima y a la separación de los continentes.
Las narraciones de viaje estaban situadas en la descripción de fenómenos aislados, hechos asombrosos, extraordinarios, curiosos, maravillosos; nada más lógico –sostiene Pimentel- que los hechos descriptos por los viajeros estuvieran envueltos durante siglos en el terreno de lo milagroso y los mirabilia. Viaje sin territorio, sin otras costas que visitar que las de la imaginación tormentosa y fértil del viajero inmóvil.
La Ilustración, instrucciones para mirar
Soy Viajero y Marino, esto es, un mentiroso y un imbécil a los ojos de esta clase de escritores perezosos y soberbios que a la sombra de su Gabinete filosofan a vista de pájaro sobre el Mundo y sus habitantes y someten imperiosamente la Naturaleza a sus investigaciones. Proceder raro e inconcebible de parte de unas gentes que no habiendo observado cosa alguna por sà mismos, no escriben, ni dogmatizan, sino siguiendo observaciones prestadas de los propios Viajeros a quienes niegan la facilidad de ver y pensar. Viaje alrededor del mundo, Bougainville.
“El hombre contemplativo es sedentario, y el viajero es ignorante o mentiroso. Aquél, que ha recibido como destino el genio, desprecia los detalles minuciosos de la experiencia, y el hacedor de experiencias es casi siempre sin genio”. Histoire des deux Indes, Raynal.
El segundo descubrimiento del mundo se llevó a cabo durante la Ilustración de la mano de la historia natural. Los viajeros ya no salÃan solos a la mar sino que llevaban entre sus tripulantes al naturalista. Para Pimentel (2003:242), crear una perceptiva para sistematizar una práctica tan poco reglada, para un género secularmente asociado al mundo de las mentiras y los tropos, era una empresa compleja aunque la credibilidad de los viajeros fue en aumento hasta lograr su apogeo en el último tercio del siglo XVIII con el gran ciclo de los viajes y exploraciones cientÃficas que culmina con Bougainville, Cook, Malaspina y Humboldt.
El Consejo de Indias español regló la escritura de cuestionarios en un programa meticuloso a fin de ordenar, reglamentar la práctica viajera, una actividad ligada tanto a los intereses de las metrópolis como al crecimiento de los saberes de la historia natural (3). El viajero no sabÃa sobre qué debÃa levantar testimonio asà como tampoco se encontraba sujeto a ningún método de observación. Los viajeros, para Pimentel (op. cit), se convirtieron en testigos fidedignos (4) a base de apropiarse de las técnicas y estrategias de representación caracterÃsticas de los practicantes de las nuevas formas de conocimiento natural. La mirada del viajero supuso en cambio a favor de la neutralidad, la observación, la estampa documental y el registro del saber de primera mano. Aunque el Conde de Buffon (5) sea un naturalista su obra era pródiga en portentos y gigantes que se encontraban en América Latina. Si bien el nunca se aventuro más allá de su finca francesa la observación no es inocente. La mirada no puede despegarse de prejuicios ni de ideas preconcebidas como si lo real se encontrara a la espera de ser descrito. Al igual que la mirada de la Gorgona, se fosiliza el destino, tanto del viaje como turÃstico, lo naturaliza para dejarlo suspendido en el tiempo donde siempre fue asà lo que se ve sin que medie intervención alguna. Si el tiempo se fuga hacia delante, salvo en América Latina donde el pasado pervive en el presente o bien para el naturalista dieciochesco donde la naturaleza de encuentra degradada. Representaciones que en la literatura del XVIII no se reconoce como tal sino como una reproducción especular del mundo, el viajero es el médium, su escritura se establece en el grado cero de la representación.
El conocimiento producido en el viaje no tenÃa el mismo estatuto epistemológico del que se producÃa en el gabinete ya que las variables podÃan controlarse, asà como el tiempo de observación del espécimen recolectado. Podgorny y Schäeffner (op. cit) demostraron que “entre el naturalista viajero y el sedentario, el segundo gozaba de la confianza dada por la posesión del tiempo, de las colecciones y de los libros necesarios para la observación y comparación. El viajero, por el contrario, disponÃa de un tiempo limitado que fragmentaba su capacidad de observación en piezas que sólo tenÃan sentido una vez depositadas en los gabinetes.â€? Coleccionar lo exótico, volverlo estándar en una serie es controlarlo para nombrarlo y narrarlo dentro de un sistema que le es ajeno pero es capaz de dar sentido. La colección podÃa recomponer un todo. La experiencia de viaje podÃa ser reconstruida a través de la colección. El saber que se produce en el viaje es amarrado a otro núcleo significante, a otras historias que se narran a la distancia por fuera de la experiencia del viaje, donde el estar allà como testigo sólo para recolectar la información se transforma en el gabinete del naturalista en un eco lejano y distorsionado cuyo sentido en la serie se construirá en otra instancia como la continuación del viaje por otros medios. Estar ahÃ, en el lugar de la experiencia, del viaje, estando aquà en el gabinete del naturalista.
El viajero era catalogado por el abate Raynal, cuya obra tuvo una amplia circulación por la América colonial, como un ser monstruoso. Ottmar Ette (2000: 167-191) en su erudito estudio sobre la circulación de la obra de Raynal cita el tomo XIX donde el estigma del viajero se centra en su nomadismo que sin una red social que lo contenga, a diferencia de la vida sedentaria a la que considera la única favorable para la población:
[…] quien viaja no deja posteridad […] Las expediciones de largo recorrido han dado origen a una nueva especie de salvajes nómadas. Me estoy refiriendo a esos hombres que recorren tantos paÃses que terminan por no pertenecer a ninguno: que toman mujeres donde las encuentran y no las toman más que por una necesidad animal; de esos anfibios que viven en la superficie de las aguas, que no descienden a tierras más que por un momento: para quienes todo lugar habitado es igual; que ; que en realidad no tienen ni padre ni madre ni hijos ni hermanos ni amigos ni conciudadanos; en quienes los lazos más dulces y más sagrados se han cortado; que dejan su paÃs sin remordimientos; y que no vuelven más que con la impaciencia de salir; a quienes la costumbre de un elemento terrible da un carácter feroz. Su probidad no es a prueba del paso de la lÃnea; y no adquieren riquezas sino a cambio de su virtud y su salud.
El paso de la lÃnea se refiere a la del Ecuador, el grado cero desde el cual la naturaleza humana se corrompe. El concepto de cultura, según Zygmunt Bauman (1997: 120), aparece en el siglo XVIII y sirvió en un punto para volver a pensar la diferencia entre “lo naturalâ€? (genético) y “lo adquiridoâ€? (obra del hombre) existente en la persona. A modo de ejemplo sobre la inmutabilidad de los rasgos de una persona sin que pudiera ser modificados deliberadamente, cita al medieval Isidoro de Sevilla para quien no habÃa diferencias y para el que “de conformidad con la diversidad de climas, varÃan la apariencia de los hombres y sus colores y dimensiones corporales, y surgen diferencias de espÃritu. De allà que veamos que los romanos son dignos, los griegos inestables, los africanos astutos, los galos feroces por naturaleza y un tanto arrojados en sus inclinaciones, ocasionadas por el carácter de los climasâ€?. Pratt (1997: 66) resume la clasificación del Homo Sapiens realizada hacia 1758 por el naturalista sueco y rival del Conde de Buffon, Carl Linneo.
a) Hombre Salvaje. Cuadrúpedo, mudo, peludo
b) Americano. De color cobrizo, colérico, erecto. Cabello negro, lacio, espeso; fosas nasales anchas: rostro áspero; barba escasa; obstinado, contento, libre. Se pinta con finas lÃneas rojas. Regulado por las costumbres.
c) Europeo. De tez blanca, sanguÃneo, fornido; cabello rubio, castaño, sedoso; ojos azules; amable, agudo, inventivo. Cubierto con vestimentas ceñidas al cuerpo
d) Asiático. Oscuro, melancólico, rÃgido. Cabello negro; ojos oscuros, severo, arrogante, codicioso. Cubierto con vestiduras sueltas. Regido por opiniones.
e) Africano. Negro, flemático, relajado. Cabello negro, rizado; piel sedosa, nariz chata, labios túmidos; taimado, indolente, negligente. Se unta con grasa. Regido por el capricho.
f) Monstruo. Enanos (pigmeos) y gigantes (patagónicos), asà como también incluÃa a los monstruos creados por el hombre como el “eunucoâ€?.
Si bien no serÃa prudente para los fines del presente trabajo extenderse más sobre la degradación del europeo al cruzar la lÃnea del Ecuador (6), sólo se mencionará que en los barcos se armaba una fiesta casi carnavalesca cuando el orden era subvertido, cuando se entraba al territorio regido por las pasiones, donde la razón no gobernaba y explotaban los bajos instintos, cuando la lÃnea era cruzada.
Picarillas y haraganes
Desde el mÃtico relato homérico hasta el proceso de la mundialización, el viaje fue un rito de pasaje, pasaje por algún lugar y su duración se prolongaba entre la hora de la partida y el momento del regreso, sostiene Renato Ortiz (1996:28). Del desplazamiento en el espacio a la disolución de la distancia como obstáculo fÃsico para emprender el viaje. El viaje, sigue Ortiz, se prepara de antemano, se requiere un conocimiento previo del itinerario, tiempo de estadÃa en cada lugar, reservas de hotel, presupuesto, etc. El viajero del siglo XVIII comenzó a recorrer caminos sinuosos, sortear encuentros indeseados con gigantes, perseguir gliptodontes (7) para traerlos como ofrenda al rey antes que los vientos se embolsen en las velas a la salida del puerto. No sólo relatos de viajeros anteriores fomentaban la imaginación frente al “Otroâ€? desconocido sino que las instrucciones para ver y recolectar información fueron modos eficaces de instaurar un mundo, ordenarlo arbitrariamente para luego establecer relaciones asimétricas de dominio y poder ante los nativos y la naturaleza, casi de manera indisociable. El viaje no sólo es la movilidad de un lugar a otro distante, sino que es también salir al encuentro de un “Otroâ€?. Si como sostiene Frederik Barth (1976) la constitución de la identidad es relacional, en la construcción del “Otroâ€? la oposición al “Nosotrosâ€? centrado en Europa se vuelve en la relación de fuerzas un par en tensión permanente. El “Otroâ€? es sitiado y no sólo de manera discursiva sino también en la relación de dominación. Pero para la constitución de una identidad, en su interioridad, replegada hacia sà misma; hacen falta ciertos lazos imaginarios. Estos permitan pensarse al sujeto como parte de un todo organizado, soberano dentro de las fronteras imaginarias, laxas en cuestión de escalas (poblado-Nación) pero aglutinantes cuando quien interpela es “Otra Naciónâ€?. Para Benedict Anderson (1993), la imprenta y el periódico jugaron un rol principal a la hora de ligar los lazos del ámbito de lo imaginario dentro de una comunidad, que no por azar comienzan a crecer en paralelo con la constitución del Estado-Nación.
Para Fray Anselmo de Velarde en el Semanario critica la construcción que se realiza de Buenos Aires y sus habitantes. El relato del viajero anónimo trascripto en el Telégrafo muestra en la reacción de Velarde la discrepancia entre la mirada ajena de un “Nosotrosâ€? europeo y la propia de un “Otroâ€? criollo. Asà como Renato Rosaldo (1991) se pregunta “¿Quién podrÃa seguir sintiéndose a gusto cuando se describe a otra gente en términos que parecen ridÃculos cuando se aplican a nosotros?â€?, Velarde no se ofende por las categorÃas usadas, o mejor dicho por lo que ellas expresan y dejan de manifiesto sino porque se aplique a los porteños. Aquello que en Buenos Aires se encuentra un “phalange de picarrillasâ€? y la haraganerÃa de cuanto tunante se encuentre en estas costas es propia, argumentará Velarde, de los paÃses salvajes y no de un poblado que ha levantado muros de “tantos Templos, Conventos, Hospitales….â€?, asà como “una hospitalidad extensaâ€? (8). Es decir que en la disputa por imponer sentido lo que se juega es el lugar del observador. Rosaldo, en el artÃculo “Después del objetivismoâ€? sostiene que “La manera en que se leen las descripciones sociales depende no sólo de su contenido y contexto. ¿Quién habla a quién, sobre qué, con qué propósito y bajo qué circunstancias? Las diferencias entre formas distintas de objetivación residen en la posición del analista dentro del campo de interacción social y no en el texto considerado como un documento con significado intrÃnseco.â€? Tanto la descripción del viaje, como las instrucciones para habitar y mirar un mundo no son ajenas.
A propósito del Grand Tour que los jóvenes ingleses realizaba por Italia, en sus ensayos Francis Bacon en 1625 recomienda una serie de preceptos como conocer palabras del idioma del lugar visitado asà como la compañÃa en que se habÃa de realizar el viaje, leáse instructor, tutor, sirviente; según Pimentel (op. cit) . Toni Vives (9), redactor de guÃas turÃsticas, a principios del siglo XXI aconseja aprender diez frases del idioma local y que el número ideal para viajar es de a dos personas. Las guÃas turÃsticas, o los consejos para viajeros siguen reglando la experiencia del viaje.
Según la guÃa Océano, “El viajero que visita hoy en dÃa Argentina lo hace siguiendo la estela dejada por un grupo de personajes sumamente diversos que han recorrido el paÃs en busca de sus secretosâ€?, “Los viajeros de los siglos XVIII y XIX retrataron Argentina como un paÃs donde la violencia salvaje formaba parte de la vida cotidianaâ€? (pág. 45) .
Asà como el viaje comenzó tiempo atrás, la “violencia salvaje en la vida cotidianaâ€?, donde la palabra se amarra al universo metafórico de la Historia Natural, continúa ya que “los delitos van en aumento sobre todo en las grandes ciudadesâ€?, (pag. 341). Violencia salvaje, en sÃmbolos y espacios, al encontrar la guÃa de marras una “[…] incongruencia arquitectónica patente en varias zonas de Buenos Aires tal vez desilusione a quienes se habrÃan hecho a la idea de una pintoresca ciudad europea. Pero ésta es la auténtica ciudad, en crisis, con un futuro indefinido pero esperanzador, que refleja el carácter especial de sus habitantes.â€? En la inversión de la metáfora especular se encuentran habitantes con un futuro indefinido pero esperanzador, en crisis, y que no son europeos. Jimmy Button para Darwin y la tripulación del Beagle tenÃa un futuro promisorio aún siendo un salvaje. Son “Otrosâ€?, se parecen a “Nosotrosâ€? pero no lo son.
En la tesina “La mirada de los otrosâ€?, Cecilia Palacios, indaga las construcciones, las representaciones que las guÃas de viaje realizan de Buenos Aires. En el capÃtulo segundo, dedicado a los habitantes y sus consumos culturales, cita “la guÃa Time Out (2001:26), “el tango ha tenido sus dÃas de gloria, y constituye una fijación anodina para una cultura demasiado perezosa como para entrar en una nueva y más relevante faseâ€?â€?, pereza propia de América Latina para Montesquieu ya que el calor hace que los habitantes sean más flojos y con el gesto pesado. Razón por la cual, también los españoles e italianos no le caerán en gracia al ensayista francés ya que no se encuentran regidos por la razón sino por la pasión. De manera similar las guÃas anglófonas citadas por Palacios retoman ese tópico: “la impresión que se tiene al leer la guÃa telefónica es la de estar leyendo la de un pueblo italianoâ€? (Insight Guides, 2000:169) […] “Mientras que prevalece la herencia cultural española, las influencias italianas abundan. Usted recordará escuchar los llantos y gritos quejosos en el español que hablan los porteñosâ€? (Insight Guides, 1999:83); “[…] “existe un decaimiento moral y económicoâ€? (Time Out, 2001: 21), “la corrupción está ampliamente expandida y es endémicaâ€? (idem: 24); “es el ocio, no el trabajo, lo que define al porteño (…) El trabajo continúa siendo un asunto espinoso para la mayorÃa de los porteñosâ€? (Insight Guides, 1999: 83);â€? Palacios concluye que se presenta a los capitalinos como mentirosos, corruptos, holgazanes o irresponsables y que aquà las referencias a los antepasados europeos no intervienen. Pero si se amplÃa la escala puede observarse que desde el lugar de enunciación, hay una cuestión casi imperceptible de graduación entre un europeo italiano y español y un porteño. Gobernados por el calor, la pasión, el cuerpo, la sensación pura, el erotismo exótico la construcción decimonónica del amante latino hollywoodense desde Rodolfo Valentino hasta Antonio Banderas, en poco se difiere un europeo de un porteño. Claro está que no cualquier europeo. Asà como Raynal pensaba al viajero como un ser monstruoso, por alejarse de sus conciudadanos, de su familia, la construcción de lo europeo en los porteños se encuentra ligado al viaje. “Dos de las guÃas mencionan chistes –sostiene Palacios- similares para describir a los porteños: “Los mexicanos descendieron de los aztecas. Los peruanos descendieron de los incas. Los argentinos descendieron de los barcosâ€? (Insight Guides, 2001: 79) (10). El otro consiste en decir que “los porteños son españoles que hablan como italianos, se visten como franceses y creen que son inglesesâ€? (Insight Guides, 2001: 79).â€? Extranjeros en su tierra, los porteños tienen de latinoamericanos lo mismo que los españoles e italianos. Al menos en el análisis de los capÃtulos 1 y 2 de Palacios, lo europeo, dentro de la cosmovisión anglo de las guÃas, no se asocia de manera positiva a España e Italia, sino a Francia, Inglaterra, Alemania. Lugares para Montesquieu gobernados por la razón. Asà el porteño puede llevar la dualidad de la moda italiana y los gritos en la calle. La civilización y la barbarie en el mismo destino, pero exaltada esta última por encontrarse lejos del centro del mundo, o al menos del mundo que otorga un sentido “válidoâ€? para las guÃas citadas.
Hasta Juan Bautista Alberdi, a la hora de escribir su AutobiografÃa, atribuye la melancolÃa con toda la baterÃa sintomatológica que traÃa aparejada el relajamiento de los miembros asà como la exaltación de las pasiones. La melancolÃa era propia de Tucumán, sostenÃa Alberdi, por el clima. Pasión, cuerpo, sexualidad desbordada, “actitud relajadaâ€? serán los tópicos que volverán para arremolinarse alrededor de la construcción del latinoamericano. Para el texto de Insight Guides, Buenos Aires se convirtió en una gran ciudad “gracias al contrabandoâ€? lo que justifica que “los porteños desarrollaron un arte para eludir las reglas y las regulaciones que continúa hasta el presenteâ€?. El pasado otra vez vive en tiempo presente en los porteños. Las descripciones, glosa Palacios a Hall, no hacen más que suministrar ideologÃa, fijar significados. Buenos Aires como destino turÃstico se encuentra en fuga perpetua a su pasado, el tiempo no se escurre hacia delante en las costas del RÃo de la Plata. El pasado, de esta manera reconfigurado, vuelto a ser presente sirve para narrar el presente y configurar el futuro en la mirada del observador, que tal vez si fuera leÃdo por Velarde le generarÃa las mismas crÃticas que 200 años atrás. Es decir, la mirada que habilita la escritura no es pura. El “estar allÃâ€? no es un gesto inocente. Asà como el viajero del XVIII sabÃa qué mirar, qué recolectar, por los instructivos de viaje; el turista sabe gracias a la guÃa no sólo qué mirar, sino qué fotografiar, que como citan Lash y Urry a Sontag, como una práctica promiscua y democrática. Los autores antes mencionados, sostienen que “el turismo requiere ciertos mitos para atraer visitantesâ€?, al igual que los viajeros que llegaban según el artÃculo que critica Velarde seducidos por el impropio nombre de “RÃo de la Plataâ€?. Tomas Cook, recuerdan los autores, ofreció manuales donde se indicaba lo que las personas debÃan mirar y la interpretación que le debÃan dar. El paso entonces entre las instrucciones primeras del XVIII a las guÃas contemporáneas se encuentra en el pasaje que encuentra Bauman en la tarea del intelectual que ya no es el legislador sino el interprete que ha de “traducir enunciados, facilitar la comunicación y advertir sobre distorsiones de sentidoâ€?. Como esgrimen Lash y Urry “se dejó de lado al legislador didáctico, que instruÃa a los visitantes sobre dónde, qué y cuándo mirar. […] En cambio se alienta a los visitantes a mirar con interés una diversidad enorme de artefactos, culturas y sistemas de sentidosâ€?. Diferentes momentos históricos rigen la construcción del discurso que regla la mirada, focalizada o dispersa bajo un marco determinado.
En la investigación llevada a cabo por Natalia Delfino, “El Otro yoâ€?, el turista responde con un tópico clásico del siglo XVIII cuando la búsqueda de la felicidad era en la gestión de gobierno el norte donde se encaminaban la toma de decisiones. La felicidad en todos los órdenes de la vida se encontraba ligada al equilibrio . Cuando en la entrevista de campo, Ashley que proviene de Australia responde que “los gobiernos son corruptos ¿no? En Sudamérica los gobiernos no saben cómo mantener a su gente felizâ€?, no hace más que tirar lazos esta vez ya no en la relación Norte-Sur, sino desde la construcción exótica de América Latina, que si bien puede encontrase a los mismos grados bajo que la lÃnea del Ecuador que Australia, no pertenece al Commonwealth británico, a la “normaâ€?. Variaciones contemporáneas sobre un mismo tema. Tanto Simon como Lucy, entrevistados por Delfino hacen hincapié en que los porteños son muy “relajadosâ€? en oposición a la vida frenética de Inglaterra e Irlanda. Cuando le pregunta Delfino por el significado del viaje que emprendió Lucy, ella le contesta que “nunca estuvimos tan lejos de casa en primer lugar y después creo que tenÃamos ganas de ver algo distinto de lo normalâ€?. La norma es Europa y lo distinto se encuentra lejos, razón para emprender el viaje. No hay un “Otroâ€? que amerite conocerse en Europa, pero sà por fuera de ella. “Europa -tal como sostiene Delfino al citar a Shohat y Stam- es vista como la única fuente de significado, como el centro de gravedad del mundo […] El eurocentrismo emergió primero como la racionalización discursiva del colonialismo, el proceso por el cual los poderes europeos enriquecieron posiciones de hegemonÃa en muchos lugares del mundoâ€?. Europa, pero no cualquier parte de ella, sirve para establecer la regla para la comparación. Asà como aparece tanto en las guÃas analizadas por Palacios como en las entrevistas realizadas por Delfino.
Conclusiones
Las representaciones fijan sentidos, los establecen al delimitar las significaciones del discurso. Cómo las representaciones de “el otroâ€? en oposición de “el nosotrosâ€? europeo fueron de alguna manera recuperando un viejo sonido, un eco perdido siglo atrás fue uno de los puntos disparadores de las lÃneas precedentes. Se intentó demostrar que la construcción de la otredad que aparece en la guÃa turÃstica Océano de Argentina, asà como las analizadas por Palacios se instauran en una tradición. La flojedad, la corrupción y demás achaques latinoamericanos fueron construidos en los primeros relatos de viajes tras la pulsión clasificatoria de las metrópolis europeas en relación con sus colonias. Asà como el canto rodado termina en grano de arena al llegar al océano, las representaciones del salvaje americano se engarzan la del porteño, ese europeo monstruoso lejos del centro. Por otro lado se esbozó a modo de genealogÃa discursiva la relación entre la guÃa de viajes que tenÃa como fin la recolección por parte del viajero y del naturalista con la guÃa de turismo que norma, regla recorridos, la gestión del espacio y el tiempo en el destino se realiza con su consulta. Para citar a Lash y Urry, “tiempo y espacio, identidad e imagen se han visto asà ineluctablemente transformados por estas variadas formas de movilidad en la época moderna y posmodernaâ€?, pero también pueden encontrarse lazos al nivel de lo imaginario, que como un bajo profundo, se anudan de manera cÃclica en diferentes discursos a la hora de construir la otredad.
BibliografÃa
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Notas
(01) A continuación se mencionan los libros los relatos de viajeros asà como narraciones ficcionales donde el viaje es la excusa de la historia, que se encontraba según el inventario de la biblioteca de Vieytes. Se dejan de lado los libros de geografÃa y atlas portátiles (sic) que se encontraban para no ampliar en demasÃa la lista que aquà se incluye.
(16) Viages de Anacarsis, traducido al Castellano en siete tomos en 8° menor pasta; y faltan los dos tomos primeros.
(36) Colección de los iages de Kook en Inglés: los tomos 3°, 4° y 6° en pasta 8° mayor
(42) El mundo manifestado, o Colección curiosa de Viages en Inglés: el t. 5° en 8° pasta
(43) La India Británica analizada en Inglés, parte 3ª. En 8° pasta
(53) Viage al RÃo de la Sierra Leona sobre la Costa de Africa: en Inglés: un tomo, 8° mayor, pasta
(60) El Viajante Universal, en Portugués, 12 tomos en 12° y pasta
(61) Viaje del Joven Anacarsis, en Francés: nuebe tomos en 12° pasta
(82) Rovinson Crusoe, en Francés dos tomos, 8° rust.a
(84) Viages a las partes interiores del Africa en Inglés, dos tomos
(89) Aventuras de Telemaco, en Inglés: el tomo 1 en 8° pasta
(90) Las Aventuras de Telemaco en Francés: Un tomo en 8° y pasta
(02) Ha de entenderse por “criado de capitán y sobresalienteâ€? según Armando Braun Menéndez en el estudio preliminar y notas que realiza a Pigafetta (1970) por “lo primero (criado), en su acepción antigua, esto es, cliente o persona que está bajo la protección de otra; lo segundo (sobresaliente), nada tenÃa que ver con su calidad intelectual, sino por la figuración que se le concedÃa en las naves para suplir la falta o ausencia de otro.â€?
(03) Para Mary Louise Pratt (1997:64) “la historia natural reclamó de la intervención humana (principalmente, la intelectual) que compusiera un orden. Los sistemas clasificatorios del siglo XVIII generaron la tarea de ubicar a todas las especies en el planeta, sacándolo de su entorno arbitrario (el caos) y colocándolo en un sitio adecuado dentro del sistema (el orden: el libro, colección o jardÃn) con su nuevo nombre europeo, secular y escritoâ€?. Para Pratt, la historia natural no sólo se centra en el afán clasificatorio y en el establecer un nuevo orden de correspondencias entre Las palabras y las cosas tal como aparece en la obra de Michel Foucault, sino también en la expansión planetaria. Nuevos territorios no sólo son nuevos mercados, sino también nuevas materias primas. La flora y fauna desconocida para el europeo era no sólo objeto de colección sino de inscripción dentro de una serie que se podÃa comercializar.
(04) En inglés la palabra travels se vio desplazada por el omnipresente voyages o incluso journey (que refuerza el componente testimonial).
(05) La principal fuente documental de Buffon para dar cuenta de los gigantes es la obra de Lord Byron, abuelo del poeta inglés del romanticismo decimonónico, que se publica en Londres mientras escribe uno de los 43 tomos de su historia natural. Pimentel comenta que los franceses tomaban en cierta consideración a los ingleses y despreciaban a los españoles a la hora de dar por válidas las narraciones de viaje. Sólo le faltó considerar que los ingleses solÃan incluir datos pocos fiables amén de fantásticos en sus historias si el territorio descrito no se encontraba bajo sus dominios con el fin de desalentar exploraciones a esas tierras por parte de naciones rivales.
(06) Pueden rastrearse también el mismo pensamiento en la obra de Montesquieu que tuvo una amplia difusión en el Virreynato del RÃo de la Plata, al igual que la Historia Natural del Conde de Buffon. No es casual entonces que en El espÃritu de las leyes, Montesquieu encuentre en el ámbito de la historia natural la prueba que valide el desarrollo teórico sobre la influencia del clima en los habitantes de una nación. A partir de examinar la lengua de un carnero a diferentes temperaturas, Montesquieu deduce la teorÃa de los climas. Al observar la contracción de la lengua ante el frÃo, que produce “que los hacecillos nerviosos [que] están menos desplegados, semiocultos en sus fundas […] las sensaciones son menos vivasâ€?, por ende “en los paÃses frÃos se tendrá poca sensibilidad para los placeres pero dicha sensibilidad será mayor en los paÃses templados y muy grande en los paÃses cálidosâ€? (Montesquieu, 1996: 164). La tesis fundamental que sostiene el libro XIV, “De las leyes en su relación con la naturaleza del climaâ€? en la obra de Montesquieu es que “si las pasiones del alma son muy diferentes según los distintos climas, las leyes deberán ser relativas a la diferencia de dichas pasiones […] Del mismo modo que se distinguen los climas según el grado de latitud, se podrÃa distinguir también, por decirlo asÃ, según los grado de sensibilidad. He sido espectador de la ópera en Inglaterra y en Italia; los mismos actores interpretaban las mismas obras, pero la misma música producÃa efectos tan diferentes en ambas naciones, una tan sosegada y la otra tan apasionada que parece increÃbleâ€?. La noción de graduación cruzará de manera horizontal, como un bajo profundo, la escritura dieciochesca ya que lleva en sà la atracción de los opuestos. La diferencia entre dos polos antagónicos que pertenezcan a una misma categorÃa será radical pero en su interior habrá una escalera que por peldaños permite el acercamiento a uno u otro extremo de la misma. Entre el estado ideal, cercano al de la creación bÃblica, con centro en Europa se irradiará hacia sus márgenes lo degenerado. De la civilización a la barbarie solo hay grados, peldaños. Grados de latitud que marcan grados de sensibilidad, de pasiones y de rigor de la ley impuesta por la civilización escrituraria. La historia natural también se encuentra presente en el renacimiento que a fines del siglo XVIII tuvo la fisignómica tras la publicación por parte de Johann Caspar Lavater su obra. El libro Essais sur la physiognomonie, destinés à faire connaître l´homme et à le fair aimer, que traducido del alemán al francés por Madame de La Fite, M. M. Caillard y Henri Renfner y editado en La Haya en cuatro volúmenes se encontraba en la biblioteca, según Parada (1998b:124), de Luis José ChorroarÃn. La fisignómica, al menos en la variante de Lavater que como pastor protestante de Zurich, de religiosidad profunda realizó sus investigaciones en torno a la fisiognómica y también al magnetismo, con la idea de probar el influjo de la Divinidad en el hombre (Caro Baroja, 1998: 208). Es decir que partiendo del postulado que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y de que “lo que ocurre en el alma tiene su expresión en la caraâ€?, Lavater se dedicó a estudiar y clasificar el rostro humano, que como comenta Juan Del Solar en las notas a la selección que realizó de los aforismos de Lichtenberg, generó un amplio debate en el mundo intelectual alemán entre Herder y Goethe que lo apoyaban y Lichtenberg que llegó a reunir material para escribir una virulenta “antifisignómicaâ€?, “¡Ay de todos los labios y narices si llego a escribir una fisiognómica!â€? redactó el filósofo que se oponÃa fervientemente, tal vez por su propia malformación corporal, a la identificación lavateriana de la belleza fÃsica con la integridad moral y de la fealdad con el vicio. En parte de su estudio Lavater realiza la comparación fisiognómica de rostros humanos con los animales. La fisignómica será la base de la frenologÃa primero del Dr. Gall y después de la antropologÃa criminalÃstica italiana representada en Lombroso. No es entonces de extrañar que en la biblioteca de José Luis ChorroarÃn, rector del Colegio de San Carlos se encontrara el libro de Lavater.
(07) Asà como se comentó más arriba de la certeza por parte de los naturalistas de los gigantes patagónicos, el virreynato era considerado como un parque jurásico. Di Stefano (2000: 174) comenta que cuando “en 1804 el padre Torres, dominico, recorre las orillas del RÃo Luján –donde está disfrutando de un perÃodo de descanso- mientras reza tranquilamente su breviario. Nota de pronto que unos huesos que asoman de las paredes de un barranco no corresponden a un animal corriente y, gracias a una excavación que el mismo dirige en los dÃas sucesivos, saca a la luz los restos de un megaterio. Decide mandarlo a España como presente del monarca Carlos IV, pero junto a los agradecimientos del caso recibe de Madrid el pedido del rey de buscarle en la zona una ejemplar vivoâ€?.
(08) La hospitalidad a principios del siglo XIX en Argentina aún no ha sido debidamente estudiada ya que se encuentra variaciones importantes en las prácticas en los años de pasaje entre el virreynato y las Pcia. Unidas del RÃo de la Plata tras la liberalización de puertos y comercio la hospitalidad y el surgimiento de hoteles para contener a los viajeros, a prestarles servicios es la antesala de una historia del turismo. Mientras que en el virreynato la hospitalidad se ofrece sin fisuras, siempre dentro de “la gente decenteâ€? durante la gestión de Rivadavia para 1820 se ofrecÃa hospedaje en casa de familias a 40 pesos para que el viajero pudiera aprender el idioma. Tal como lo relata Un inglés en los cinco años que estuvo en Buenos Aires: “Muchos ingleses que llegan al paÃs por primera vez paran en casas de familias criollas con el propósito de aprender el idioma; el precio es el de siempre (cuarenta pesos mensuales). Las casas de las señoras Casamayor y Rubio aceptan pensionistas; estas familias son altamente respetables y las niñas muy atractivas y de trato amable, pero la cocina española, con sus grasas y su ajo, disgusta tanto a paladares ingleses como a franceses.â€?
(09) Entrevista realizada por la revista española Consumer en http://revista.consumer.es/web/es/20030701/entrevista , sitio visitado el 14/07/2005
(10) Frase por otra parte perteneciente a Carlos Fuentes cuya autorÃa y sobre la que todavÃa sigue dando que replicar ante más de un entrevistador que se la recuerda, se puede rastrear por la web. Por ejemplo: http://www.buenasiembra.com.ar/literatura/articulos/cfuentes.htm, última visita 18/07/05
(11) Paul Hazard (1985: 28) comprende el uso del concepto felicidad en el Iluminismo como “cierto modo de contentarse con lo posible, sin pretender lo absoluto; una felicidad hecha de mediocridad, de justo medio, que excluÃa la ganancia total, por miedo a una pérdida total; el acto de hombres que tomaban posesión apaciblemente de los beneficios que descubrÃan en lo que cada dÃa trae. Era además una felicidad de cálculo […] Incluso procedÃan a una operación matemática. Haced la suma de las ventajas de la vida, la suma de los males inevitables; restad la segunda de la primera, y veréis que conserváis un beneficio.â€?
Comentarios
Una respuesta a «Matias Maggio – Instrucciones para mirar. GuÃas de viaje y representaciones acaloradas de los porteños a principios del siglo XIX.»
“Español” es más correcto que “castellano”.
“Castellano” es más adecuado para hacer referencia al lenguaje hablando en la antigua Corona de Castilla. Con la evolución del idioma y la incorporación de diferentes vocablos, siendo eje vertabrador de España, el significado de “español” supera y arropa al de “castellano”.