Es notable lo poco que sabemos en esta parte del mundo sobre lo que llamamos, de manera imprecisa y muchas veces incorrecta, “paÃses árabes”. En 1996 hice mi tesina de licenciatura sobre la cobertura periodÃstica del atentado a la AMIA por parte de los diarios argentinos. Ese atentado se cometió en Buenos Aires el 18 de julio de 1994, en contra de una mutual israelita de larga trayectoria en Argentina, en donde se encuentra una de las mayores comunidades judÃas del mundo. En aquel momento, la justicia y el gobierno apuntaron como responsables a diplomáticos iranÃes, pero terminaron también tomando como posibles responsables a la comunidad musulmana que se encuentra en la triple frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil. La cobertura fue en general muy mala, llena de imprecisiones y con una notable recurrencia a todos las representaciones despectivas del “árabe loco” de las pelÃculas de Hollywood. En aquel momento, hipoteticé que el atentado, al ser atribuido a un conflicto externo a la Argentina -la conflictiva relación entre Israel, Palestina e Irán- los periodistas de secciones como polÃtica nacional se vieron obligados a escribir sobre un conflicto internacional del cual no tenÃan mayores saberes.
La tesina completa está online en Internet desde 1998 -con una estética digna de aquella época, pero hoy muy desactualizada- en jajg.tripod.com.
Con el caso de Afganistán pasa algo similar. A partir de la lectura de Los Talibán. El Islam, el petróleo y el nuevo “gran juegoâ€? en Asia Central, de Ahmed Rashid, se puede ver la compleja situación que se desató desde la ocupación de ese paÃs por parte de Unión Soviética. En primer lugar, debido a la posición estretégica del paÃs para el paso de los oleoductos que podrÃan ir hacia el Mar Caspio y para el tráfico de drogas, en particular del opio, todas las naciones cercanas -más Estados Unidos y Rusia- han intentado influir en esa nación. Por ello, muchos prefierieron negociar con los talibán o con cualquiera con tal de sacar una tajada del negocio.
Segundo, la compleja disposición étnica de Afganistán, dentro de la cual los talibán, que pertenecen a uno de los varios grupos de ascendencia pashtun. No es sorprendente que los medios informaran en su momento pésimamente mal sobre lo que sucedÃa en esa guerra civil. Afganistán tiene una posición completamente marginal para las naciones occidentales que poseen los grandes medios, y la situación es tan compleja que, con los pocos recursos destinados a su cobertura, era muy difÃcil de explicar. Los resultados: durante años, como lectores, no pudimos acceder a información frecuente sobre lo que estaba sucediendo en el laboratorio del islamismo más radical, ni pudimos seguir la evolución de las ideas que se estaba dando allÃ. Nos quedamos afuera del increÃble juego por explotar el petróleo en la zona, o como la CIA toleraba el tráfico de drogas con tal de, primero, derrotar a los comunistas, y luego, de poder hostigar a los iranÃes. Es que los talibán y el gobierno de Irán se llevaban pésimamente mal, a tal punto que éste último estuvo a punto de invadir Afganistán hacia 1997, tras el asesinato de sus diplomáticos en Kabul.
El desconocimiento de la polÃtica de esa zona permitió, por ejemplo, que algunos funcionarios del gobierno estadounidense justificaran la invasión a Irak porque, teóricamente, este gobierno colaboraba con Al Qaeda y los talibán. Cualquiera que lea un poco sobre Oriente Medio y los paÃses árabes sabrá que no habÃa relación alguna entre el laico Baas, el partido de Saddam Hussein, y el radicalismo islámico de los talibán.
¿Qué responsabilidad tienen los medios al informar, de manera tan inadecuada, sobre lo que sucedÃa en esa región del mundo? Habrá quienes digan que el público no tiene mayor interés en temas relacionados con esos paÃses, y que por lo tanto no habrá mayor presupuesto para esos temas. También hay que señalar que cubrir esa zona del mundo requiere de saberes especÃficos que están en manos de pocos periodistas. Y también están los intereses de los gobiernos, que jugaban todo el tiempo al secreto para favorecer sus propios intereses, y que no estaban interesados en lo más mÃnimo en que la prensa tuviera acceso a buenas fuentes de información.
Pero los lectores pagamos caro esa cobertura inadecuada. De manera notable, la calidad de la información necesaria para analizar la situación polÃtica de zonas relevantes del mundo es notablemente inadecuada, tanto por frecuencia como por análisis. Con el antecedente anterior de la desaparición de Afganistán de la agenda de los medios entre 1989 y 2001 -justo en el momento en el cual se consolidaba el radicalismo islámico y surgÃan los talibanes- que el paÃs vuelva a quedar fuera de la cobertura tras la invasión de Estados Unidos, la situación no deja de inquietar.
Actualización I: tras varias décadas de apoyarlas activamente, Pakistán anunció hoy un cambio muy profunda en su polÃtica hacia las instituciones educativas ligadas al radicalismo islamicos, las llamadas “madrasas”. El gobierno de Musharraf anunció que expulsará a todos los extranjeros que estudien en ellas. Más en ClarÃn.
Actualización II: en lo que va del año más de 850 personas han sido asesinadas en atentados terroristas en Afganistán, de acuerdo con un artÃculo de la agencia AFP. En todo 2004 habÃan muerto 800. Y las informaciones hablan de una actividad cada vez más intensa por parte de los talibanes.
QuerÃa comentar algunas cosas respecto a tus reflexiones sobre Afganistán, y la cobertura periodÃstica de los conflictos, que actúa como creadora de opinión pública de manera inevitable. El ciudadano occidental no sólo vive desinformado por el exceso de información tergiversada, manipulada, consciente o inconscientemente por los medios de comunicación, sino que se está convirtiendo en un prototipo desmovilizado, acomodaticio e inculto, pendiente de procesar los “saberes” provenientes de los mass media como única fuente de conocimiento. Nos encontramos asà con sucesos como los posteriores a los del atentado del 11/03 en Madrid, en los que una gran parte de la población se manifestó masivamente engañada por su gobierno, en contra de ETA. Poca gente, generalmente perteneciente a grupos intelectuales, se informaba a través de medios extranjeros de lo que estaba pasando, y mucha menos, a través de bitácoras en internet.
Una vez que se estableció quién estaba detrás de los atentados, no obstante, la mirada desconfiada surgió hacia el árabe o al moro en el sentido más general de la palabra (y también el más burdo, que incluye a la población desde Marruecos hasta Pakistán, sin ningún tipo de distinción). Los medios no hacen más que alentar una fractura social señalando rasgos como “de rasgos árabes” o “posiblemente de oriente medio”, adjudicando el fanatismo religioso de escuelas coránicas a una raza en particular (mal adjudicada y tergiversada), que a los habituales inconvenientes de los inmigrantes para su integración se les sumó la desconfianza por origen racial.
Todos estos asuntos no hacen más que llevarnos a ver cuál es el verdadero poder de los medios de comunicación en la formación de una opinión pública crispada, desconfiada e histérica, además de inculta e insolidaria, que reúne en un saco movimientos tan diferentes como el terrorismo de al-quaeda y la brigada de mártires de al aqsa o hezbollá, lo que hace que indefectiblemente se olviden las situaciones detrás de la máscara terrorista, como puede ser la de Palestina, o la que señalas de Afganistan. El hecho de que USA fomentase la creación de madrasas para luchar contra el soviético ateo parecen más leyendas que realidades para una sociedad cada vez más cerrada en sà misma, más cerca de la exasperación, a la que le resulta difÃcil o intrascendente juzgar cuáles son las consecuencias del modo de vida que lleva, una sociedad que ve tan poco relevante su papel que no se moviliza para que las cosas puedan cambiar y , finalmente, una sociedad practicante de un individualismo recalcitrante a la que la conciencia se le limpia apadrinando un niño del tercer mundo.
Se supone que la función del periodismo es informar a la población de aquellos acontecimientos relevantes para su vida cotidiana. Afganistán queda muy lejos, pero a pesar de eso lo que pasó allà entre 1979 y 2001 afectó la vida cotidiana de miles de millones de personas en el mundo… A veces queda claro que los criterios de noticiabilidad de los medios son bastante poco eficaces para “mirar el mundo”, y en que en todo caso son una apuesta a corto plazo para intentar vender más y ser una empresa rentable.