La distancia entre la ruta y la lectura

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Cada vez que me voy de viaje, suelo llevarme algunos libros para leer. La asunción de sentido común es que como tendré más tiempo libre y muchos tiempos “muertos” en los buses, debería no tener problemas para terminar esos libros que he ido postergando durante el año.

Pero no. Jamás puedo leerlos. Por alguna razón, siempre termino postergando esas lecturas. La principal razón es mi gusto por leer medios locales. Incluso cuando estoy fuera de Buenos Aires, en algún lugar del interior de Argentina, opto por comprar diarios y revistas de la zona, para tener otro tipo de perspectiva. También, por cierto, me gusta ver televisión local. En particular, en América Latina, ya que al menos mi señal de cable no transmite canales de Bolivia, Perú o Ecuador. Aunque aquí hay otro problema: quedarme en el hotel viendo la tele, cuando podría estar paseando, me causa mucha culpa. Así que termino saliendo a la calle.

Volvamos a los libros. En mi último paseo por Perú y Bolivia me llevé el enorme Las correcciones, de Jonathan Franzen. Me enganché, pero dejé la novela por la mitad. En cambio, en Perú me dediqué a leer otros libros, los diarios, revistas, pero la novela de Franzen, aunque me gusta, sigue sin terminar. Y ya tengo más novelas que leer. Hay cosas de Jay McInerney, de Tom Wolfe, y otros, esperando en la cada vez más atiborrada biblioteca. Sin contar, claro, los textos académicos. Ahí esperan Bruno Latour, la compilación de Bernard Lahire sobre la obra de Bourdieu, el libro de Michel Maffesoli sobre el nomadismo, y la lista sigue y sigue.

Me pregunto porqué me cuesta tanto concentrarme en un libro cuando estoy en la ruta. Más bien, lo que puedo leer es aquello que no requerirá mi atención por mucho tiempo. Tal vez sea casi una reacción física a tanta lectura atenta y forzada durante el año, muchas veces mientras almuerzo. En fin, a veces quisiera tener la despreocupación de cuando niño; en aquel entonces, podía leer todas las Patoruzú que quisiera -una tradicional historieta argentina, protagonizada por un indio tehuelche, y que tenía subproductos como Patoruzito e Isidoro- y no hacerme problemas por nada.

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