Una característica de los teóricos que condenan al turismo es el ataque contra lo que es visto como una “estandarización? del movimiento: el turista sólo viaja a lo seguro, a lugares cuyos recorridos han organizado otros, y en donde debe fascinarse sólo cuando se le diga. O sea: en donde las significaciones, las interpretaciones sobre paisajes y lugares se encuentran establecidas de antemano. âEsas agencias que cuadriculan la tierra, que la dividen en recorridos, estadÃas, en clubes cuidadosamente preservados de toda proximidad social abusiva, que han hecho de la naturaleza un producto (…) son las primeras responsables de la ficcionalización del mundo, de su desrealización aparente; en realidad, son los responsables de convertir a unos en espectadores y a otros en espectáculoâ? (Augé, 1997:16).
Es cierto que una de las caracterÃsticas del marketing y la producción capitalista ha sido la homogeneización de los productos y servicios con el fin de abaratar costos y dar mayores ganancias, pero establecer que esa homogeneización económica se traslada directamente a la cultura nos retrotrae a los viejos problemas de la determinación base â superestructura y de la concepción de la cultura como reflejo de lo económico. Por otro lado, el posfordismo ha dado muestras de una importante capacidad de flexibilización de las capacidades de producción y de aumento de las posibilidades de oferta, que, en el caso del turismo, están ayudadas por el continuo mejoramiento de los medios de transporte. Una mirada del capitalismo que ponga el acento sólo en los procesos de homogeneización es, incluso en términos básicamente económicos, muy discutible.
En la experiencia moderna, la experiencia del turismo aparece como fuertemente negativa, e incluso enfrentada binariamente con el exilio. âLas definiciones de sentido común de exilio y turismo sugieren que ocupan polos opuestos en la experiencia moderna del desplazamiento: el exilio implica coerción; el turismo celebra la elección. El exilio connota el extrañamiento de individuo de su comunidad original; el turismo demanda una comunidad a escala global (…) El turismo anuncia el posmodernismo; es un producto del ascenso de la cultura del consumo, el ocio y la innovación tecnológica. Culturalmente, el exilio está implicado en las formaciones modernistas de las bellas artes (high art) mientras que el turismo significa el anverso, como la marca de todo lo comercial y superficialâ? (Kaplan, 1996:27). Esta construcción binaria se apoya, en principio, en la conceptualización negativa del consumo, por un lado, y en la visión del exiliado como âvÃctimaâ? de un sistema económico y polÃtico injusto, lo cual lo hace un objeto de estudio respetable para los intelectuales crÃticos. Es cierto que los gobiernos suelen estimular el turismo mientras hacen lo posible por poner trabas a los migrantes; pero lo que debe ser una lucha polÃtica por la igualdad de oportunidades y en contra de las concepciones racistas y xenófobas contra los que aparecen como âextranjerosâ?, no debe servir de coartada para construcciones epistemológicamente binarias, que reducen las complejidades sociales a modelos mecánicos y deterministas.
âEn el lenguaje ordinario, el consumir suele asociarse a gastos inútiles y compulsiones irracionales. Esta descalificación moral e intelectual se apoya en otros lugares comunes acerca de la omnipotencia de los medios masivos, que incitarÃan a las masas a avorazarse irreflexivamente sobre los bienesâ? (GarcÃa Canclini, 1995:41). Asà como el viejo modelo del televidente, manipulado por medios todopoderosos, el turista no piensa: es sólo una unidad estadÃstica llevada de la mano de aquà para allá, en tours cuidadosamente planificados. Una figura homogénea: para este tipo de textos, es lo mismo un viajero de tours que un mochilero; un usuario de hoteles de lujo que otro que sólo ocupa hoteles de unos pocos dólares, un visitante de Disneylandia que un turista de paso por un villorrio de América o Ã?frica. El modelo del espectáculo termina por quitar de la agenda de investigación las diferencias entre los distintos tipos de consumo.
No hay aquà la menor sugerencia de autenticidad: desde nuestro punto de vista no existe ninguna experiencia ânaturalâ? o âauténticaâ?, ya que ningún espacio o paisaje tiene una significación âhasta que se le acuerda un lugar o una identidad en los mundos sociales y cognitivos de la experiencia humanaâ? (Helms, 1988:20). No es más âauténticoâ? el mochilero que un turista de tours, en tanto ambos están inscriptos en lógicas de mercado e imaginarios particulares, que van desde el On the road de Kerouac hasta los canales de cable sobre viajes, y desde los relatos de terceros experimentados de forma directa (esto es, de forma no mediatizada, aunque en ellos ingresen transversalmente imaginarios difundidos por los medios) hasta la percepción socialmente positiva que suele darse a los viajes o a los viajeros. Sin embargo, considerar sin más que el modelo del mochilero o del âstrictly budgetâ? es sólo una forma folklórica de las vacaciones organizadas y comparable con las formas más caras del turismo (Prato & Trivero, 1985) sólo nos lleva a despreciar las diferentes prácticas sociales que rodean las distintas formas de viajar, asà como los imaginarios que los informan.
Por cierto, hay aquà una clara separación entre espacio y práctica social. Es sabido que este tipo de caracterización se apoya en una larga historia de desjerarquización por la cultura popular, y en modelos que reducen las relaciones sociales a dominantes y dominados, en donde, para comprender las actitudes de los âdominadosâ?, se debe focalizar, principalmente, los mensajes o los textos producidos por los dominadores.
BibliografÃa
Augé, M. (1997) El viaje imposible. El turismo y sus imágenes. Barcelona, Gedisa, 1998
Kaplan, C. (1996) Questions of travel. Postmodern discourses of displacement. Durham and London, Duke University Press, 1997
GarcÃa Canclini, N. (1995) âEl consumo sirve para pensarâ?. En Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. México, Grijalbo.
Helms, M. (1988) Ulyssesâ Sail. An ethnographic odyssey of power, knowledge, and geographical distance. Princeton, Princeton University Press.
Prato, P. & Trivero, G. (1985) âThe spectacle of travelâ?. En Australian Journal of Cultural Studies, vol.3 nº 2, december.
Bonito y reflexivo texto el que has escrito ( a la vez que complicado, he necesitado varias leÃdas para acabar de asimilarlo)
Cada cual viaja por sus propias intenciones y metas, y aunque no se debe despreciar al turista con su camisa de flores y calzones de colores estridentes que baja del avión en Punta Cana con su cámara de video digital recién adquirida la semana anterior, inmortalizando su propio descenso de la escalerilla del avión cual si visita papal se tratase, es cierto que no debe meterse en el mismo saco de aquel que viaja con la mochila en el hombro tan solo ocupada por un billete de avión que le anuncia su inminente vuelta a la rutina y tan sólo busca el conocer, abrir su mente tratando de buscar algún paraÃso perdido, alguna conversación, regada por un té, con un viejo del lugar que le remonte a otras épocas y otros mundos.
Cada cual viaja por el propio placer que le cause, pero a veces siento lástima de aquellos que se sienten felices por que ya les han colocado una pulsera de color lo que les da libre acceso durante toda la semana a toda la comida y bebida que quieran, y por eso de hacer ejercicio, un poco de aerobic a media tarde para tratar de disimular el michelÃn mientras contorneamos nuestro cuerpo en la discoteca nocturna de marras. Eso sÃ, sin salir del complejo hotelero, que ya que está todo pagado, no merece la pena. Y luego volver orgulloso reconociendo que he visitado la República Dominicana, o Cuba,o México y que maravilla de paÃs, que playas, que gente, siendo la única gente que ha conocido el camarero que le servÃa un nuevo daiquiri.
Yo, apasionado de los viajes desde que a los 16 años hice el Camino de Santiago, y cansado de una rutina de traje y corbata he decidido dar un giro a mi vida y dar la oportunidad a todo aquel que lo desee, quiera o se atreva, experimentar el sabor de viajar con todo el abanico que nos ofrece un viaje abierto, tanto las sorpresas del camino como las desgracias (que suelen ser las menos).
Y desde aquà seguir animándote a las reflexiones sobre este mundo tan fascinante como son los viajes y el amplio horizonte que nos aguarda a ser explorado.
En tu artÃculo creo que hay que separar dos cuestiones básicas:
El sujeto del turismo que es el turista y el espacio donde el turista se mueve, que abarca no sólo el espacio fÃsico sino también ambiental (involucrando aquà al hombre local, con su historia, costumbres y cultura).
En cuanto al turista: creo que en este blog hemos leido de muchas experiencias nuevas en turismo. Las mismas parten de necesidades o búsquedas de los propios turistas. Hoy en dÃa la cuestión pasa por buscar lo más natural, entrar en contacto con otras costumbres o sociedades. Cada vez se ven menos turistas que viajan con todo prefijado por las agencias de viajes. No he leido mucho sobre la situación de las agencias de viajes. Pero están poniendo el grito en el cielo porque las compañÃas aéreas están reduciendo considerablemente sus comisiones. Por otro lado tienen hoy en dÃa la competencia más grave en la propia internet donde el viajero encuentra casi todo lo que necesita para viajar.
Con respecto al espacio fÃsico encontramos distintas situaciones:
· comunidades que viven del turismo y que se representan para cumplir con las expectativas de los turistas (las mismas expectativas que muchas veces surgen de las propias comunidades como forma de venta). Ej. Villa Gral. Belgrano, Córdoba.
· comunidades que no viven del turismo pero en las que los turistas encuentran âvalorâ?. Muchas veces no son puestas escenográficas sino situaciones cotidianas que por sà atraen al turista. Ej. Buenos Aires.
· Comunidades que tienen sólo una âatracciónâ? fÃsica a la que tienen que âinventarâ? contenidos que rellenen. Ej: El Calafate, Santa Cruz.
· Comunidades creadas especÃficamente para el fin del turismo. Son espacios con el sólo fin de recibir turistas y donde se âinventaâ? todo a gusto del consumidor (o del agente de viajes más precisamente).
Seguro hay más categorÃas que todavÃa no he pensado.
Hay muchas comunidades que plantean una manera particular de mostrarse y vender»se» lo cual no deja de ser auténtico.
Finalmente, creo que no se puede hablar de estandarización de movimientos cuando estamos hablando de una actividad voluntaria y que tiene fines y motivaciones tan disÃmiles que englobamos en el término vacaciones.
En mi artÃculo hay seguramente un tema que no explicité del todo: la tensión entre la tendencia de ciertos crÃticos del turismo, que tienden a concebirlo como algo homogéneo y estándar, y aquellos que más bien dan cuenta de lo heterogéneo que es este campo, y que no por ello se olvidan de plantear cuestiones crÃticas. Hace pocos dÃas estuve en el Taller que organizó la gente de la carrera de GeografÃa de la UBA (y que conté en este blog) y una panelista habló del turismo como creador de «no lugares». AsÃ, en esta visión, todo quedaba aplanado, y Buenos Aires, un lugar cada vez más turÃstico, aparecerÃa como un «no lugar», lo cual es por lo menos un disparate teórico. Más allá de que siempre pensé que el concepto de «no lugar» pertenece más al marketing que al mundo de las herramientas de análisis.
Justamente, creo que el reto es plantear un análisis del turismo que no asuma las limitaciones que nos quiere obligar el campo -o sea, que ninguna investigación sobre el turismo sirve si no ayuda a generar más dinero- pero a la vez tomar distancia de los «crÃticos» que plantean que todo en el turismo es «simulacro», «espectáculo», «no lugar» y todas esas generalizaciones que destruyen la posibilidad de investigar. Al fin y al cabo, si todos los significados están establecidos de antemano, la experiencia del viajero / turista termina banalizada por completo.
No soy experto, pero creo que los no lugares, son eso: lugares y no ciudades… entiendo que los no-lugares de los que podemos hablar en nuestra ciudad de Buenos Aires son: aeropuertos, shoppings, hoteles de cadenas (no todos los hoteles ojo), ciertos restaurantes (McDonald´s por ejemplo, que son todos iguales alrededor del mundo)… como ciudad misma yo creo que ninguna puede dejar de ser ella misma para pasar a ser un no lugar.
Para ser franco, no creo que haya «no lugares». Incluso los aeropuertos desarrollan aspectos particulares en cada paÃs. Y además, son el producto sociohistórico de una determinada configuración histórica y económica.
He estado en restaurantes McDonald´s en muchos paises tanto de América como Europa y todos son iguales… la comida es igual, los uniformes iguales… lo mismo Paris que Nellsonville, Ohio… Ciudad de México que Koblenz…
Pero cada Mc Donald’s tiene público diferente. Por ejemplo, cuando entré a las once de la noche de un sábado al local que está en Sunset y Hollywood, en Los Angeles, el lugar estaba lleno de mendigos y homeless a los gritos, a tal punto que llamaron a la policÃa. Para mà eso no era un «no lugar»; en realidad, me decÃa mucho del tipo de consumid0r de Mc Donald’s en Estados Unidos (algo similar me pasó dÃas después en un Carl Jr, otra cadena de hamburguesas). Eso no pasa en Buenos Aires, o la mayor parte de América Latina, donde el consumo de este tipo de comida también es patrimonio de cierta clase media. Me parece que los que trabajamos en ciencias sociales también tenemos que mirar esas cosas. Por cierto, hay algunas diferencias entre los McDonald’s, al menos en los condimentos y los postres. Pero tendrÃa que investigar más al respecto, y de todos modos no cambia tanto la discusión.