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La Plata (city map)

Publicado originalmente por Suedehead.

La Plata es la ciudad racional que mejor simboliza espacialmente el sueño de europeidad que los gobernantes argentinos tenían a fines del siglo XIX. Líneas perfectas, calles numeradas que te permiten saber en todo momento a cuanta distancia te encontrás de tu objetivo, diagonales que permiten llegar rápido a todos lados. A eso hay que sumarle otros puntos: un espectacular teatro -el Teatro Argentino, hoy reconstruido-, una gran área llamada El Bosque y que tomaba como modelo a los Champ Elysees parisinos; un precioso museo de Ciencias Naturales, con una excelente cantidad de ejemplares. La Plata nació, además, de cero. Fue creada como una manera de compensar a la provincia de Buenos Aires la cesión como capital de la ciudad de Buenos Aires, que pasó a ser un distrito autónomo. Y el 18 de noviembre de 1882 fue inaugurada tras un tiempo récord de construcción.

En sí, La Plata es una composición, una ciudad trazada en el papel y llevada al terreno. Su simetría es notable; no sólo se tomaba en cuentas a las calles, sino también a la presencia de espacios verdes, para lo cual hay una regular presencia de plazas de gran tamaño cada seis o siete cuadras. Y hay más: las cuadras se iban haciendo más cortas a medida que se llegaba al centro de la ciudad, para poder hacer manejable la mayor cantidad de tráfico.

A pesar de todo lo interesante que es la ciudad, apenas si aparece en las guías de viaje. A veces le dedican media página; muchas veces, nada. Pero La Plata guarda un enorme interés: el ser una ciudad construida a partir de un imaginario de nación, de un país que necesitaba reinventarse como europeo hasta tal punto que se lo terminó creyendo. Muchos de nosotros crecimos con esa idea de sentido común: mientras el resto de América Latina mira a Estados Unidos, celebra Halloween, sueña con vivir en el imperio, desde Argentina sólo mirábamos hacia Europa. Tal proyecto de país pudo exhibir cosas buenas -una notable capacidad de integración de la inmigración, a pesar de la represión contra anarquistas y otros grupos políticos disidentes- pero también dejó cosas particularmente malas. Lo peor fue, seguramente, el hecho de que el fracaso económico de la Argentina terminó por mostrar el carácter arbitrario -aún cuando históricamente fundado- de esa europeidad argentina. Un país caracterizado por sus clases medias hoy más bien pelea por no caerse ya no de Europa sino, directamente, del mapa. En ese sentido, la composición de La Plata es mucho más que un riguroso ejercicio académico sobre el espacio; es una apuesta por un futuro que leía como evidente, y que se presentaba como racional y ordenado.

Visitar La Plata es visitar un proyecto creado en tiempos que hoy vemos como mejores -porque peores que los de hoy sería casi imposibles encontrar. La de una correspondencia entre nación y paisaje; entre identidad -con todo lo compleja y discutible que es palabra- y organización espacial. En esa marcada decadencia de muchos edificios de la capital de la provincia de Buenos Aires vemos lo que quisimos ser, lo que aparentamos ser, y lo que no sólo no fuimos sino que no seremos.

Sobre cómo llegar a La Plata, y otros datos concretos, pueden leer esta entrada anterior.

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