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La semana pasada hablábamos de turistificar la pobreza, y ahora podemos dar un salto más allá. La muerte también es parte de esos procesos de estetización. Si la muerte del Papa ha provocado un sensible aumento de los precios de hoteles y restaurantes en Roma, ahora autoridades de Camboya han privatizado uno de los principales “campos de la muerte”, uno de los lugares en donde el Khmer Rouge asesinó casi dos millones de personas a través de un uso sistemático de la tortura. La noticia se puede leer en esta página. En el fondo, la novedad no sorprende tanto. Incluso en un marco muy respetuoso, hace rato que Auschwitz forma parte de los tours de visita a Polonia. El debate, claro, es bajo que condiciones ciertos lugares ligados históricamente con procesos de exterminio puede ser incorporados al campo turístico.

Por cierto, ya habíamos hablado de una temática muy cercana en la entrada que le dedicamos a la comercialización del Ground Zero, el sitio donde ocurrieron los atentados de 2001 en New York.

2 comentarios en «Turistificar la muerte»

  1. jorge

    lei hace un tiempo un libro de Robert Kaplan (viaje a los confines de la tierra) que habla sobre esto que sucedio en Camboya. La verdad es que es increible que haya gente que vaya a estos campos de concentracion y se saquen las tipicas fotos de turista, junto a una cama donde cuentan que torturaban de tal forma a las personas, o junto a un mural hecho con craneos de las victimas, como si fuera lo mismo que fotografiarse con el Taj Mahal de fondo o la torre de pisa.
    Me asusta esta insensibilidad por parte del turista.

  2. Susan Sontag decía: “viajar es una excusa para tomar fotos”. Si bien comparte en buena parte lo que decís, tampoco hay que perder de vista que las fotos en el turismo cumplen un papel específico: el demostrar que uno “estuvo allí”. Puede sonar muy poco sensible, pero en el fondo, para esta función documental, da lo mismo el Taj Mahal que una cama de tortura. No deja de ser brutal, pero no hay que perder de vista esa dimensión. Otro debate, claro, es si la turistificación de los lugares en donde han ocurrido grandes tragedias, antes que conservar la memoria, no banalizan hechos trágicos.

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