Videoconferencias y mercado educativo

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Hace un rato, por cuestiones de trabajo, estuve en una presentación de productos profesionales de Sony. Entre las cosas que mostraron, estaban las nuevas soluciones de videoconferencia, y la posibilidad de interacción entre los participantes. Y me llamó la atención las referencias que hicieron al mundo universitario. Plantearon una utilidad: permitir que un mismo profesor pudiera dar clase a muchos más alumnos, y a la vez recibir consultas y preguntas. Ya alguna vez lo decía Jerome Rifkin en El fin del trabajo: la aceleración del paradigma tecnoproductivo basado en la informática e Internet no sólo está destruyendo empleos en el sector fabril, sino que lo está haciendo cada vez más en otros segmentos, como el de servicios o el educativo. La posibilidad de que un mismo docente pueda dar clases a muchos más alumnos suena muy interesante, pero a la vez abre el camino para un aprovechamiento financiero mucho más intenso. Ya no será necesario tener grandes planteles de docentes; con el crecimiento de la cantidad de personas conectadas a redes de banda ancha, podremos tener una cantidad acotada de puestos, que podrán impartir sus contenidos a muchos más alumnos.

¿Estamos en un camino de ida hacia la destrucción de empleos en el sector educativo? Se me ocurre que hay algunos atenuantes. Uno de ellos es el tema de la tutoría. Un docente puede dar clases a miles de alumnos, pero no puede seguir los trabajos particulares de cada uno de ellos. Esto plantea un límite práctico para la disminución de puestos docentes, al menos en la universidad y en otros ámbitos educativos. Aún cuando puedan atender a los alumnos de manera remota, necesariamente tendrán que acotar el número a supervisar.

La teoría económica postula que la introducción de nuevas tecnologías ayudan a mejorar la productividad, lo cual en una primera instancia destruye empleos -se necesita menos mano de obra para hacer lo mismo que antes. Pero a la vez contribuye a una mayor creación de riqueza, lo que estimula la aparición de nuevos empleos en otros sectores de la economía. Rifkin, a quien cité más arriba, duda seriamente de que en el futuro esto se cumpla. La velocidad con la que se está destruyendo el empleo en los sectores de servicios y fabriles difícilmente podrá ser compensada con la aparición de nuevas ocupaciones en otros segmentos en la economía. Es difícil predecir si algo así pasará en el sector educativo, que al menos hasta ahora ha sufrido muchos menos cambios que otras partes de la economía. Los sueldos de los docentes son muy malos, al menos en esta parte del mundo, pero por lo menos la cantidad de puestos de trabajo se ha mantenido estable. ¿Será que al fin el mercado logrará imponer una nueva lógica tecnoproductiva sobre nosotros?

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