Sobre el tráfico, el desorden y las calles en Lima

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Un par de entradas atrás, hablaba del desordenado tránsito de Lima. Nunca faltan la voces de los esencialistas para explicar las razones del poco orden reinante en la ciudades latinoamericanas. Digo “esencialistas” para ser amable, pero desde ya muchas veces deberíamos hablar simplemente de racismo hecho y derecho. El desorden de las calles limeñas lejos está de poder ser explicado por estúpidas referencias a razones presuntamente genéticas. Más bien, es el producto de un largo proceso económico y político, que nada tiene que ver con los genes o la naturaleza.

En primer lugar, el transporte público de Lima está altamente desregulado. Literalmente cualquiera que compre una combi o un auto puede salir a andar por las calles a prestar servicio como colectivo o taxi. Si bien las autoridades ahora quiere regularizar un poco la situación, lo cierto es que hasta no hace mucho se podía comprar en las esquinas limeñas un cartel de “taxi”, pegarlo en el parabrisas y salir a andar. Semejante oferta de transporte implica que los conductores literalmente hacen todo lo posible por atraer pasajeros. La contienda es feroz: las combis se tiran una encima de las otras para ganar algún cliente, los taxis se la pasan tocando bocina para ganar pasajeros, etc. El tráfico en las calles es extremadamente desordenado, y viajar en combi es toda una experiencia de maltrato hacia los “clientes”.

En segundo término, como en cualquier otra ciudad latinoamericana, mucha gente sobrevive en base a trabajos temporales -changas o “cachuelos”- y conseguir el dinero para el día a día es toda una lucha cotidiana. Así, esa pelea feroz por los pasajeros no tiene nada de rara ni se circunscribe tan sólo a las calles o el transporte público. Más bien, es parte de la realidad cotidiana de muchos habitantes de la región, que deben “rebuscárselas” para poner algo en el plato a diario.

Antes de esgrimir tontas razones “genéticas”, algunos deberían estudiar un poco más acerca de las reales condiciones de vida de muchas personas. Viajar en Lima es realmente una experiencia poco gratificante, en tanto el transporte público se encuentra en una situación tal de desorden que hace muy difícil cualquier planificación. Pero la pelea por los pasajeros es más bien una consecuencia de una apuesta por la desregulación, tan preconizada por los gobiernos neoliberales latinoamericanos de los noventa, que se mezcla de manera casi explosiva con la persistente desocupación, la precarización de los puestos de trabajo, y la necesidad de sobrevivir todos los días.

Eso sí: después de viajar en combio por Lima, mis rodillas quedan a la miseria. Y hasta me golpeo la cabeza en el techo cuando el vehículo agarra un pozo en el asfalto. Si miden más de 1,80 mts., mejor prepárense para viajar bien pero bien incómodos.

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