Ignoro que sucederá en el resto de América Latina o el mundo, pero al menos en Argentina, cada vez que se acercan las fechas para el comienzo de las vacaciones, comienzan a aparecer muchas notas periodísticas que hablan sobre el incremento de los precios en los lugares turísticos. Al menos en mi país, el incremento en la cantidad de turistas extranjeros, que ha sido notable después de la devaluación, ha llevado en que algunos destinos -por ejemplo, en el Norte Argentino- los precios de los alojamientos se incrementaran notablemente en pesos en el último año. Y a eso se suma, claro, los rápidos reflejos de los empresarios locales, que rápidamente acomodan sus precios para arriba. La mayoría de ellos tiene que salvar el año en dos meses -buena parte de los destinos vacacionales argentinos están sometidos a una fuerte estacionalidad-, y eso se nota.

El aumento de los precios internos del turismo es una obvia respuesta frente a una demanda de servicios que aparece realmente como muy importante. Pero, claro, al menos para los locales, a veces los costos se escapan de cualquier presupuesto razonable. Ya saben lo que opino: si el incremento de precios internos termina desalentando el turismo interno, cualquier país termina con escasas chances de desarrollo de su infraestructura dedicada al ocio y los viajes. Ya he expuesto mis razones en una entrada anterior.

Y ahora, que ya me descargué, sigo mirando precios en hoteles y alojamientos en el Norte Argentino.

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