Extraños en la ciudad II: cómo nos movemos por las ciudades que visitamos

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Es bastante obvio el hecho de que, cuando nos encontramos de viaje de vacaciones, nos movemos muy diferentes por esas ciudades que visitamos que por aquella en la cual vivimos. No estamos obligados a seguir una rutina de trabajo, así que podemos dedicarnos a recorrer la ciudad de manera más “libre”. Claro que esa libertad suele estar bastante acotada. La mayor parte de los turistas sólo recorre partes muy pequeñas de la ciudad, por lo general preparadas para recibirlos. El centro histórico, algunos monumentos históricamente importantes, y ciertos sitios interesantes por su paisaje suelen entrar en esta categoría.

Mucha gente condiciona su recorrido por la ciudad a lo que aparece en las guías. Esta elección es eminentemente práctica: si no conozco nada, tener una serie de referencias de lugares a visitar es siempre importante. Pero también tiene su lado malo: grandes partes de la ciudad, que muchas veces pueden ser muy interesantes, quedan ocultas.

Uno de los lugares que los turistas suelen visitar son los museos. La verdad es que, al menos en la ciudad que vivimos, si vamos al museo una vez al año es mucho. Pero cuando salimos de viaje, podemos llegar a una ciudad y visitar tres o cuatro en un día. Siempre me llamó mucho la atención ese frenesí museístico, que nos posee incluso cuando visitamos ciudades que no son famosas por sus museos, como pueden ser París o New York. Este dato es interesante, porque la relación entre museos y turismo explica porqué en regiones como Europa ha habido una explosión de este tipo de establecimientos en los últimos años.

Desde ya, otro punto de visitas suelen ser ciertos lugares “típicos” en donde se venden productos tradicionalmente asociados con el lugar que visitamos. Esta tendencia del turista ha sido captada de tal manera que hoy hasta encontramos multitudes de artículos “típicos” en los aeropuertos, a precios muchas veces muy altos.

Supongo, de todos modos, que cada uno de nosotros, en tanto turistas/viajeros, tenemos diferenets costumbres cuando viajamos. A mí, en lo particular, me encanta comprar libros y periódicos, y dedicarme a revisar bares donde sentarme a desayunar y leer. Sé que otros disfrutan más la noche, pero por lo general intento no perderme las mañanas de las ciudades que visito.

La cuestión gastronómica es otro ítem relevante. Al menos en América Latina, comer al mediodía suele ser más económico, ya que se pueden aprovechar los menúes económicos que apuntan, particularmente, a la gente que trabaja en la zona. Sustancialmente más caro suele ser cenar, ya que a esa hora no suele haber menú. Si el presupuesto es bajo, lo mejor es apuntar a los lugares en donde se vea mucha gente local y pocos turistas. Claro que esta estrategia puede tener sus riesgos; comida desconocidas, cerveza caliente o platos muy pero muy picantes pueden estar esperándonos en esa económica aventura gastronómica.

Como verán, ahora que se está acercando la fecha de partida estoy comenzando a retomar algunas reflexiones sobre las prácticas en viaje.

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