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Una de los más viejas polémicas en las ciencias sociales es aquella que hipotetiza sobre la capacidad de autonomía de los individuos. Simplificando mucho, siempre ha habido dos posturas extremas y una enorme variedad de posiciones intermedias. De un lado, tenemos a quienes creen que la sociedad posee estructuras tan sólidas que logran coartar toda autonomía del sujeto, que termina haciendo lo que quiere la “sociedad” -esto es llamado habitualmente “macrosociologìa”. Por el otro, están quienes teorizan sobre la capacidad de los individuos de crear la realidad social de manera contingente -la “microsociologìa”.

Hace un rato, Gabriel dejó un comentario en el cual se preguntaba por la posibilidad de los profesionales independientes del campo del turismo, y sobre si no queda otra cosa que atarse a los momificados tours. Como planteaba en una entrada anterior, en realidad si hay posibilidades de hacer algunas innovaciones. Pero como todo cambio, no se parte de nada. El campo turístico posee una enorme estructura muy sólida, en la cual los turistas y operadores comparten una determinada visión del mundo. Así, los “lugares turistificados” son casi una obviedad: en el fondo, todos saben que hay que visitar. Pero eso no significa que todos terminen recorriendo los mismos lugares. Por ejemplo, los que desarrollaron los tours a partidos de fútbol en Buenos Aires (hablé del tema hace pocos días) combinaron de manera muy interesante las visitas a Caminito -uno de los sitios más turísticos de la ciudad- con el ofrecimiento de los partidos en la cancha de Boca, que se encuentra a pocos metros. Y quienes venden tours por los salones barriales donde se baila el tango innovan en los lugares que ofrecen y el tipo de baile a mostrar -el denominado “tango salón” frente al turistificado “tango fantasía” lleno de saltos y firuletes innecesarios-, pero no en realidad en el producto. El tango, como mercanciía turística, ya está instalado hace rato, y es una buena base para innovar sobre ello.

Para cambiar cosas en cualquier mercado, como plantea Bourdieu, uno primero debe conocer las reglas de juego del mercado y poseer un cierto capital simbólico y material que legitime nuestra posición en él. Innovar no es partir de cero; por lo general, más bien es una propuesta de cambio que para ser reconocida como tal debe partir de ciertas percepciones compartidas sobre el mundo, que pueden ser reconocidas por los actores de ese campo.

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