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Uno los puntos más atractivos del turismo rural es, en términos de marketing, el hecho de que se vende algo “auténtico” y “tradicional”. Frente a la habitual forma de trato estandarizada y despersonalizada de los hoteles, las estancias suelen más bien vender otra forma de relación con los turistas, basadas en una mayor interacción con el medio ambiente y tareas del campo, más un acceso a comidas “típicas” -en el caso argentino, el asado- y a los nativos del lugar.

Aún así, hay que reconocer que hay diferentes tipos de ofertas en turismo rural. Por un lado, tenemos los establecimiento alejados de los centros urbanos, donde los turistas pasan varios días conociendo las tareas de campo, y charlando e interactuando con el dueño de la estancia y sus empleados. Y por otro, los establecimientos rurales más cercanos a los grandes centros urbanos, en particular Buenos Aires, donde se lleva a los visitantes a una excursión de uno o dos días, y en donde los mozos cantan zamas, charareras, chamamés y otros géneros -en una mezcla muy irritante para los más atentos a las evoluciones históricas de estas tradiciones musicales- y luego le sirven el famoso asado.

Los impulsores más enfáticos del turismo rural suelen ser muy condenatorios como esta última variante, a la que ven más bien como una propuesta de escasa calidad, que en el fondo perjudica a todo el sector.

De acuerdo a lo que plantea Manuel Espil en su trabajo “Una aproximaciòn al valor de lo auténtico en turismo rural” -una monografía realizada para aprobar mi seminario de comunicación y viajes de la Universidad-, sólo en Argentina hay 900 establecimientos que se ocupan de brindar servicios relacionados con el turismo rural. Para muchos dueños de estancias, esta nueva actividad ha sido una buena alternativa para diversificar los ingresos, frente a la decreciente rentabilidad de la actividad agropecuaria. Como ya plantee algún tiempo atrás en una [url=https://blogdeviajes.com.ar/comments.php?id=P182_0_1_0_C]entrada anterior[/url], el turismo ha crecido sustancialmente en Argentina más como una respuesta frente a la crisis de las formas tradicionales de producción que como parte de un proceso de planificación de una nueva actividad económica ligada a los servicios. Al menos, claro, esa es mi hipótesis.

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