Que el turismo es un sector de la economÃa extremadamente sensible a los cambios en los contextos polÃticos y sociales es algo que hemos terminado de aprender en los últimos tres años. Después que los atentados en New York, en septiembre de 2001, terminaran mandando a pique los números mundiales para ese año -a tal punto que fue la primera en la historia en que cayó el número de pasajeros, al menos desde que existen mediciones- y del SARS, que provocó un verdadero desastre en Asia pacÃfico, ahora llegó el turno de España. Las agencias de viajes de Madrid reconocen que hubo una caÃda en las reservaciones, tras el hallazgo de una bomba en las vÃas del tren de alta velocidad que une esa ciudad con Sevilla.
Es demasiado temprano para afirmar si esto tendrá, finalmente, un duro importante en la industria turÃstica española o se trata sólo de un episodio aislado relacionado con la difusión de posibles atentados. Aún asÃ, todo parece indicar que el sector no saldrá ileso de estos ataques terroristas, y que la economÃa española seguirá pagando por la decisión polÃtica de Aznar de ir a la guerra cuando casi todos los españoles estaban en contra de la invasión a Irak.
En función de este contexto actual, no será extraño ver, tal vez en algunos años, a los grandes operadores turísticos mundiales apropiándose de estos riesgos inminentes y reformulando sus promociones de este modo: “Visite ‘Safelandia’, un paraíso que jamás ha sufrido un atentado”…
El tema de los lugares “libres” de atentados es bastante común en muchos lugares. Por ejemplo, Cartagena de Indias, en Colombia, suele ser vendido como un lugar libre de problemas… y ejemplos de ese tipo debe haber a patadas. En cierta medida, la promoción del turismo suele ser asociada a medidas muy importantes en materia de seguridad, que son reclamadas insistentemente por los actores del sector de turismo. Al fin y al cabo, el gasto en seguridad suele ser asumido por el Estado, ¿no?