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Lost in translation

Si me dieran la tarea de categorizar por género la última película de Sofía Coppola, Lost in Translation -lanzada en Argentina como Perdidos en Tokio-, estaría en serias dificultades. ¿Se trata de una comedia romántica? En realidad, más bien lo humorístico se da, antes que por el gag planificado, en la completa falta de comunicación: el inglés como lingua franca que todos creen hablar y que al final de cuentas es apenas un balbuceo de palabras. En esa “no comprensión” se juega la mayor parte de lo divertido del filme.

Pero entre los estadounidenses que están ahí, en Tokio, las cosas no mejoran mucho. La comunicación es también apenas el contacto de malentendidos y egoísmos. La película no mira eso con desesperanza. Más bien, enfatiza como la escasa comprensión entre las personas igual puede permitirnos divertirnos, y pasarla bien de a ratos, hasta volver al hastío cotidiano.

Porque los estadounidenses, “perdidos” allí en Tokio, exhiben una cierta sensación de cansancio por todo. Lejos de la actitud etnográfica que busca desentrañar nuevos significados, aquí hay ante todo resignación: ya que nadie entiende nada, entonces para que preocuparse por comprender. Las palabras no significan nada; lo importante son los gestos, los abrazos, las manos tomadas, las miradas ambiguas que dicen muchas cosas al mismo momento en que buscan ocultarlas.

Ahora bien, olvídense de que hable mal de una película que musicaliza un amargo pero muy razonable final con Just Like Honey, esa dulce gema del ruido más pop que abría el maravilloso Psychocandy de The Jesus and Mary Chain. El resto de la banda de sonido es magnífica; hasta los protagonistas se dan el lujo de pasear por Tokio mientras suena My Bloody Valentine de fondo.

Excursus: acabo de caer en cuenta que Psychocandy, cuyo vinilo gastado reposa a unos metros, se editó hace 19 años. ¿No es demasiado? Sigo.

Se me hace difícil responder a la pregunta de sentido común que me haría cualquier persona sobre Lost in Translation: ¿es buena? Creo que sólo puedo musitar: me descubrí varias veces hundido en mis propios pensamientos a partir de lo que veía en la pantalla. Si el guión es casi mínimo, si la película viene muy hypeada o si es demasiado morosa no es algo que este momento me interese. Pero no puedo dejar de reconocer que es interesante como disparador de cosas, recuerdos, incomprensiones, y de miradas cariñosas a nuestra colección de CDs.

Al final, sólo nos queda esa frase que alzamos como última defensa frente a los sólidos o enfáticos argumentos de los detractores de una película o un disco: bueno, pero a mí me gustó.

2 comentarios en «Tokio»

  1. Lost in Translation es bueno no por lo que dice sin? por lo que calla. Su virtud es el silencio. Eso si, no es comida r?pida. Para eso m?s vale ver otra peli

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