Para terminar de una buena vez con la inutil nocion de los “no lugares”

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“El viaje (…) construye una relación ficticia entre mirada y paisaje. Y, si se llama espacio a la práctica de los lugares que define específicamente el viaje, es necesario agregar también que hay espacios donde el individuo se siente como espectador sin que la naturaleza del espectáculo le importe verdaderamente. Como si la posición de espectador constituyese lo esencial del espectáculo; como si, en definitiva, el espectador en posición de espectador fuese para sí mismo su propio espectáculo (…) El espacio del viajero sería, así, el arquetipo del no lugar” (Augé, 1995:91).

Marc Augé no precisa entrevistar a nadie para presuponer que ninguna persona siente pertenencia a, por ejemplo, un aeropuerto, y declararlo sumariamente como un “no lugar”?. En realidad, ese “no lugar”? que, en teoría, se define en tanto nadie siente pertenencia a él, se realiza de forma independiente a la práctica social. No interesa si alguien por alguna razón tiene un sentimiento de pertenencia; es un “no lugar”? por definición. Estudiar aquí las prácticas sociales es irrelevante. Al fin y al cabo, los turistas sólo experimentan lo que otros le preparan previamente para que experimenten.

La noción de “no lugar”? destruye la relación entre texto y experiencia. De la misma forma que el contenido de los medios masivos todopoderosos “informaba”? la reacción del televidente, la experiencia del turista no importa porque está prevista de antemano. Y volvemos a las concepciones elitistas de Fussell, a quien citaba algunas entradas atrás: si el turismo destruye la “verdadera literatura”? es porque desaparecen las “verdaderas”? experiencias.

La noción de espectáculo se relaciona con lo ficcional: el turista no vive lo “verdadero”? sino que experimenta una ficción a lo que distingue como “real”. O sea: un simulacro, una creación que suplanta los signos de lo real, tal como según algunos autores hacen los medios masivos. “El milagroso poder de la televisión no reside solamente en su capacidad de aproximarnos técnicamente al mundo (…) tampoco se limita en su posibilidad aparentemente absoluta de modificar la conducta, los valores y las formas de vida humanos; su poder reside más bien en su capacidad demiúrgica de producir un mundo artificial, el espectáculo total del mundo, y de conferir a este simulacro mediático un carácter ontológico más real y consistente que la precaria amenaza individual”? (Subirats, 1991:176).

¿Qué es aquí lo “real”? La teoría de Charles Peirce presupone la existencia de una “realidad”?, pero postula que accedemos a ella a través de mediaciones. En ese sentido, no existe una “única” realidad compartida objetivamente por todos los miembros de la sociedad y que pueda ser tomada como parámetro independiente, sino múltiples maneras de acceder a ella y construirla. El simulacro podría ser una mediación más. Pero en la hipótesis de Augé y Subirats, es en realidad la manera privilegiada de acceder… a una realidad más real que la realidad misma. Y aquí está claro que la experiencia subjetiva de televidentes y turistas es completamente irrelevante, porque ambos son incapaces de distinguir ese simulacro de lo “real”.

El modelo del espectáculo y de los “no lugares” termina cayendo en los problemas básicos de los modelos macroteóricos. Como afirma Wacquant al glosar las críticas de Bourdieu al objetivismo: “incapaz de aprehender la práctica de otro modo que no sea negativamente, como simple ejecución del modelo construido por el analista, el objetivismo termina por proyectar en el cerebro de los agentes una visión eminentemente escolástica de su propia práctica; visión que, paradójicamente, sólo pudo alcanzar porque con anterioridad descartó metódicamente la experiencia que estos agentes tienen de esta práctica (…) Llevado a sus últimas consecuencias, el objetivismo sólo puede producir un sucedáneo de sujeto y representar a los individuos o grupos como soportes pasivos de fuerzas que se articulan mecánicamente con arreglo a una lógica que les es propia” (Wacquant, 1995:18-19).

Bibliografía utilizada

Augé, M. (1997) El viaje imposible. El turismo y sus imágenes. Barcelona, Gedisa, 1998
Augé, M. (1995) Los no lugares. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona, Gedisa.
Baudrillard, J. (1978) “La precesión de los simulacros”. En Cultura y simulacro. Barcelona, Kairós.
Fussell, P. (1980) Abroad: british literary travelling between the wars. Oxford, Oxford University Press, 1980.
Subirats, E. (1991) “El gran mundo de la pequeña pantalla”. En Metamorfosis de la cultura moderna. Barcelona, Anthopos.
Wacquant, L. (1995) “Introducción”. En Bourdieu, P., y Wacquant, L. Respuestas. Por una antropología reflexiva. México: Grijalbo.

2 comentarios en «Para terminar de una buena vez con la inutil nocion de los “no lugares”»

  1. A mi no me molesta la “postura dura” de Aug?, sino que creo que sus posiciones te?ricas son, al menos en el caso de los “no lugares”, poco consistentes. En cierta medida, algunos de los libros de Aug? son demasiado liviano, casi como si fueran una colecci?n de posteos en un blog. De todas maneras, me parece que vale la pena discutir sobre sus ideas.

  2. En realidad no se quienes podr?n leer mis comentarios sobre Marc Aug?, pero es notable que este se?or tiene una mirada bastante dura sobre el turismo y por demas de las motivaciones que tienen los turistas para realizar sus desplazamientos.
    Desde mi lugar como estudiante de turismo adhiero en parte a lo que Marc Aug? dice en su libro “el viaje imposible”, (que por sierto da cuenta de la exacta “realidad”) pero considero que en su texto deja de lado las vivencias del sujeto y se centra en la funci?n simbolica de la acci?n.
    Por mi parte me parece que est? dejando de lado una variable importante.

    Rodrigo Arrieta. (20 a?os)

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