Desde hace algunos días, a los saltos y en los pocos momentos en lo que tengo libre, estoy leyendo y corrigiendo la versión casi final de la tesina de Carolina Cordi sobre la construcción de la “tandilidad” en el mercado turístico. Para quienes no se encuentren en Argentina, Tandil es una importante ciudad en el interior de la provincia de Buenos Aires, y distante algunas horas de la ciudad autónoma de Buenos Aires. El trabajo tiene varios objetivos -uno es el análisis de la construcción de la tandilidad, desde ya- pero me referiré a uno que realmente me interesa mucho: la percepción de los entrevistados tandilenses de que el turismo es, ante todo, el producto de una crisis.
En los últimos 30 años, Argentina ha sufrido una brutal destrucción de su aparato productivo, gracias a las políticas económicas de los patéticos gobiernos que hemos tenido -la dictadura militar, Alfonsín y Menem- y la acción bastante triste de la clase financiera e industrial de este país. Obviamente, Taldil sufrió su parte, con una clara decadencia de su industria metalúrgica y una caída de la rentabilidad en el campo y en los productos lácteos.
Frente a esta retracción de la actividad productiva, algunos entrevistados plantean que la elección del turismo como “alternativa económica” está determinada por la crisis de las formas habituales de empleo. Así, la zona se reconvierte, y se comienza a generar una interesante cantidad de alternativas. A la primera ola de desarrollos turísticos un poco inorgánicos, y ante el éxito de tales iniciativas, le sigue una etapa de formalización y planificación urbana, de formación de recursos humanos, y de campañas de marketing unificadas.
El ejemplo de Tandil me interesaba porque creo que en parte puede ser proyectado a buena parte de la Argentina tras el desastre económico de 2001-2002. El turismo, lejos de ser el producto de una cuidadosa planificación del Estado Argentino, más bien ha surgido como una ventana de oportunidades; frente a la crisis, es vista como una alternativa posible de trabajo para miles de personas. Gracias a la devaluación, que aniquiló los salarios de los trabajadores argentinos, se produjo un abaratamiento generalizado de los precios internos en dólares y un crecimiento bastante impresionante del turismo internacional. Las cifras oficiales hablan ahora de un 30% de aumento durante 2003. Y aparecieron una enorme variedad de nuevos tipos de turismo en Argentina, muchos de los cuales han sido relevados por mis alumnos en la universidad: el turismo de estancias, paseos en bicicleta por la ciudad, tours a las canchas de fútbol, a las milongas de tango que se ubican en los barrios no tan cercanos al centro, entre otras posibilidades.
Me pregunto cuán sostenible es este crecimiento del turismo. A mí no me da la sensación de que las cosas se estén haciendo mucho mejor desde el lado del gobierno -aunque desde el sector privado hay un dinamismo muy interesante que merece que se lo evalúe aparte. Es de celebrar el aumento de la cantidad de turistas internos, al igual que el crecimiento de llegadas internacionales. Pero mi impresión es que todo esto se asienta excesivamente en un único punto: el tipo de cambio. Bastará con una revaluación del peso -algo que hasta ahora no se ha dado debido a la activa intervención del Banco Central sobre el precio del dólar- para que la ventaja competitiva se esfume, los turistas argentinos se vayan de paseo al exterior -como pasaba en el menemismo- y los viajeros internacionales disminuyan.
De todas maneras, y para no caer el generalismo injusto, hay que reconocer que algunos destinos ya estaban trabajando activamente en la promoción del turismo antes del desastre de 2001. Tandil es el caso muy interesante, en donde un grupo de emprendedores busca explotar las características de la región, y resaltan la tranquilidad del lugar, situado a pocas horas de Buenos Aires. Y para ello, además, movilizan el imaginario de un Tandil siempre turístico, que encuentra en la famosa “piedra movediza” -que cayó en 1912- como uno de sus puntos más importantes.
Pero del tema de la piedra y su imaginario me gustaría hablar más adelante, cuando Carolina haya entregado su tesis. Algo que podrá hacer cuando su irresponsable director se haga de tiempo :P.