“El turista se mueve con una finalidad (o eso cree). Sus movimientos son ante todo “a fin de”, y solo secundariamente (en el mejor de los casos) “debido a”. La finalidad es una nueva experiencia; el turista es un buscador cons-ciente y sistematico de experiencia, de una nueva y dife-rente experiencia, de la experiencia de la diferencia y la novedad, cuando los gozos de lo conocido se desgastan y dejan de atraer. Los turistas quieren sumergirse en un ex-trano y curioso elemento (una sensacion placentera, una sensacion cosquilleante y rejuvenecedora, como dejarse golpear por las olas del mar), con la condicion, sin embargo, de que no se pegue a la piel y, en consecuencia, puedan desprenderse de el cuando lo deseen. Eligen los elemen-tos en los cuales quieren zambullirse de acuerdo con su exotismo, pero tambien por su inocuidad; reconocemos los sitios favorites de los turistas por su singularidad chillona y ostentosa (aunque cuidadosamente acicalada), pero tambien por la profusion de barandas de protection y ru-tas de escape bien senalizadas. En el mundo del turista, lo extrano esta domado, domesticado, y ya no asusta; las conmociones se incluyen en el mismo paquete que la se-guridad. Esto hace que el mundo parezca infinitamente amable, obediente a los deseos y caprichos del turista, dis-puesto a complacer; pero tambien un mundo “hagalo us-ted mismo”, agradablemente flexible, amasado por el de-seo del turista, hecho y rehecho con un solo objetivo en mente: estimular, complacer y divertir.”

Bauman, Zygmunt, “De peregrino a turista, o una breve historia de la identidad” en Stuart Hall y Paul du Gay (comps.) Cuestiones de identidad cultural. Buenos Aires, Amorrortu, 2003 (ed. original: 1996).

Volvemos a nuestra sección de “Péguele al turista”. Zygmunt Bauman retoma aquí ciertas categorías relativamente comunes a la hora de analizar como se comporta un turista. ¿En serio creen que es tan simple analizarlos? Ya saben que descreo de la división viajero – turista; creo que ante todo lo que hay son diferentes prácticas asociadas al viaje, que no pueden describirse apelando a dos categorías que funcionan más como imagianrio que como descripción de prácticas. Frente a ello, me sigue sorprendiendo esta generalización tan llana sobre el turismo, sobre “el mundo seguro de los turistas” y esas cosas cosas. A veces me parece que quienes escriben esto se la han pasado en hoteles cinco estrellas. Me parece que es hora de agarrar la mochila, amigos teóricos, y subirse a la combi que los lleve desde La Paz, Bolivia, Coroico, y después se dedican a teorizar sobre el “poco riesgo del viaje” con vista a esos hermosos precipicios.

Los viajeros independientes son también turistas. Y les aseguro que no le esquivan al riesgo. Apelar a sacarlos del análisis con el simple argumento de “no son turistas, sino viajeros” no es muy interesantes. Y si no, primero gana una buena tipología que los diferencie, y que no se concentre en imaginarios sino en prácticas.

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