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?Puede uno terminar extra?ando la molesta incomodidad de los micros? ?El paso fugaz de las luces que se reflejan en los vidrios en medio de la noche? ?El calor, la humedad, los ronquidos? La verdad es que s?. Algo que me gusta de los viajes -al menos los hechos de manera independiente, como mochilero- es la previsibilidad. Al otro d?a, hay m?s ruta, movimiento, descubrimientos, ciudades y parajes por conocer. Nunca entend? muy bien esa idea de creer que el viaje es la b?squeda de lo imprevisible; m?s bien, me parece que la vida cotidiana es a veces demasiado cambiante.

Desde ya, ese constante movimiento arriba de un micro a veces nos arroja a lugares poco amigables. Como por ejemplo, bajar semidormido a las cuatro de la ma?ana en las afueras de Trujillo y encontrarse con docenas de taxistas que se abalanzan sobre tu mochila. O despertar en la noche ecuatoriana, subido a un micro, y ver que alrededor s?lo hay agua -rato despu?s, nos devolvieron parte del pasaje y tuvimos que salir como pudimos en la caja de una camioneta. O soportar en la noche el fr?o ?rtico del altiplano boliviano, y encontrarse doce horas despu?s en el abrasador calor de Santiago del Estero, Argentina.

Igual, el movimiento se extra?a. Pero no hablo de nomadismo. S?lo de la previsibilidad de que, al otro d?a, s?lo habr? m?s rutas y caminos.

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